Silencio y paz inexpresables

Del día 21 –

«Entonces el Padre Serafín me tomó por los hombros y apretándolos muy fuerte dijo:

– Los dos estamos, tú y yo, en la plenitud del Espíritu Santo. ¿Por qué no me miras?

– No puedo, Padre, miraros. Rayos brotan de vuestros ojos. Vuestro rostro se tornó más luminoso que el sol. Tengo mal los ojos.

El Padre Serafín dijo: No tengáis temor, amigo de Dios. También vos os habéis tornado luminoso como yo. También estáis presente en la plenitud del Espíritu Santo, de otro modo no habríais podido verme.

Después de esas palabras, alcé mis ojos hacia él y, nuevamente, un gran temor se apoderó de mi. Imaginaos el rostro de un hombre que os habla envuelto por los rayos del sol del mediodía.

Veis el movimiento de sus labios, la expresión cambiante de sus ojos, escucháis el sonido de su voz, sentís la presión de sus manos sobre vuestros hombros, pero al mismo tiempo no percibís sus manos, ni su cuerpo ni el vuestro, nada más que una brillante luz que se propaga alrededor, a una distancia de muchos metros, aclarando la nieve que recubre la pradera y cae sobre el gran staretz y sobre mí mismo.

– ¿Qué sentís ahora? preguntó el Padre Serafín.

– Me siento extraordinariamente bien.

– ¿Cómo «bien»? ¿Qué queréis decir por «bien»?

– Mi alma está llena de silencio y paz inexpresables…»

de «Conversación con Motovilov»

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