La paz del corazón
En la vida de Simeón, el nuevo teólogo, se cuenta que un día, repitiendo según su costumbre la oración: Señor, ten piedad de mí, que soy un pecador, de pronto lo cegó una luz maravillosa.
Él parecía haberse convertido en luz y en ese estado luminoso, identificado con Dios, fue colmado de una inmensa alegría e inundado de cálidas
lágrimas de amor; y lo más extraño de ese maravilloso acontecimiento es que, para su sorpresa, gritaba en alta voz: Señor, ten piedad de mí…
Más tarde, habiéndose retirado poco a poco la luz, volvió a su cuerpo y al interior de su celda, y encontró su corazón colmado de una alegría inefable y su boca gritando en alta voz: Señor, ten piedad de mí…
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