La paz del corazón
Introducción
0.1.-(…) En el centro de la liturgia de la Palabra de este domingo, trigésimo segundo del tiempo ordinario, encontramos el personaje de la viuda pobre, o más bien, nos encontramos ante el gesto que realiza al echar en el tesoro del templo las últimas monedas que le quedan.
Un gesto que, gracias a la mirada atenta de Jesús, se ha convertido en proverbial: «el óbolo de la viuda» es sinónimo de la generosidad de quien da sin reservas lo poco que posee.
Ahora bien, antes quisiera subrayar la importancia del ambiente en el que se desarrolla ese episodio evangélico, es decir, el templo de Jerusalén, centro religioso del pueblo de Israel y el corazón de toda su vida.
El templo es el lugar del culto público y solemne, pero también de la peregrinación, de los ritos tradicionales y de las disputas rabínicas, como las que refiere el Evangelio entre Jesús y los rabinos de aquel tiempo, en las que, sin embargo, Jesús enseña con una autoridad singular, la del Hijo de Dios.
Pronuncia juicios severos, como hemos escuchado, sobre los escribas, a causa de su hipocresía, pues mientras ostentan gran religiosidad, se aprovechan de la gente pobre imponiéndoles obligaciones que ellos mismos no observan.
En suma, Jesús muestra su afecto por el templo como casa de oración, pero precisamente por eso quiere purificarlo de usos impropios, más aún, quiere revelar su significado más profundo, vinculado al cumplimiento de su misterio mismo, el misterio de su muerte y resurrección, en la que él mismo se convierte en el Templo nuevo y definitivo, el lugar en el que se encuentran Dios y el hombre, el Creador y su criatura.
En medio de tanta palabra hueca, leer despacio esta palabra del Señor, son como gotas de lluvia en el desierto de nuestra alma. Ante tanta velocidad, crisis, vacío, la palabra del señor resuena en medio del ruido y el mundo que nos ha tocado vivir y al que estamos llamados a evangelizar de nuevo.
Necesitamos volver a lo esencial. La palabra de Dios pura. Pero iluminada por sus comentarios.
Gracias.
En lo claro de la noche tantas palabras oscurecen la CLARIDAD de la PALABRA.
Un río de tinta que ahoga lo esencial de lo DICHO.
Estamos des-hechos de palabras…mientras el SILENCIO, ante tantos vocablos, CALLA.
El AMOR es DICHA sin tantos «dichos».
El SILENCIO esboza una «lamentación»:
«ES BUENO ESPERAR EN SILENCIO, LA SALVACIÓN QUE VIENE DEL SEÑOR»
Capitulo 3, versículo 6 del Libro de las lamentaciones…
Y, con este letanía dichosa, la CLARIDAD de la PALABRA…reboza de GRACIA!
Estimado hermano, entiendo su punto de vista y hasta lo comparto. Sin embargo, en el camino hacia Dios existen distintos momentos y situaciones, etapas diversas que se atraviesan. En ocasiones lo reflexivo y discursivo, la exégesis, el estudio e interpretación etc. de los textos sirve a muchas personas necesitadas precisamente de ese condimento. Un saludo en Cristo.
En lo claro de la noche, gracias por aclararme conceptos.
Es más que valioso el aporte del padre y lo he leído con sumo respeto y admiración.
La SANTA IGLESIA ES MADRE…cobija y ama a todos sus hijos.
Y cada hijo, con su don, es para GLORIA DE DIOS PADRE. AMÉN.
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