La paz del corazón
«Vino el Ángel de Yahveh y se sentó bajo el terebinto de Ofrá, que pertenecía a Joás de Abiézer. Su hijo Gedeón majaba trigo en el lagar para ocultárselo a Madián, cuando el Ángel de Yahveh se le apareció y le dijo: «Yahveh contigo, valiente guerrero.» Contestó Gedeón: «Perdón, señor mío. Si Yahveh está con nosotros ¿por qué nos ocurre todo esto? ¿Dónde están todos esos prodigios que nos cuentan nuestros padres cuando dicen: «¿No nos hizo subir Yahveh de Egipto?» Pero ahora Yahveh nos ha abandonado, nos ha entregado en manos de Madián…» Entonces Yahveh se volvió hacia él y dijo: «Vete con esa fuerza que tienes y salvarás a Israel de la mano de Madián. ¿No soy yo el que te envía?» Le respondió Gedeón: «Perdón, señor mío, ¿cómo voy a salvar yo a Israel? Mi clan es el más pobre de Manases y yo el último en la casa de mi padre.» Yahveh le respondió: «Yo estaré contigo y derrotarás a Madián como si fuera un hombre solo.» Jue 6, 11-16
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Dios no dice: «Vé con mi fuerza», sino «Ve con la fuerza que tienes» (6,14). Mientras Gedeón* se mueve desde la consciencia de la propia debilidad, Dios pone a Gedeón frente a la realidad de su propia fuerza. Cada uno, por muy frágil y débil que sea, tiene algo en sí por lo que Dios está apostando. Nadie es tan pobre como para no poder actuar victoriosamente sobre el mundo. Dios actúa en nuestra acción. No nos sustituye a nosotros; tiene un grandísimo y esencial respeto por nuestra libertad.
Dios nos dice que vayamos con lo que somos. Muchas veces, en nuestra existencia, pensamos que si fuéramos un poco diferentes, si tuviésemos otra inteligencia, otra fuerza física, si hubiésemos tenido otra historia, tal vez otros padres, entonces sí podríamos…
Dios, en cambio, juega sobre lo que somos ahora, en este momento. Interviene siempre en nuestra situación concreta: donde reinan la desolación, los miedos, las dudas paralizantes, las divisiones en el corazón y entre las personas.
Dios no nos transforma la vida por fuera, sino que está con nosotros y así hace emerger todas nuestras potencialidades adormecidas, diciéndonos que valemos por lo que somos.
Gedeón hace experiencia por una parte de lo que es –sus miedos, su escasa autoestima, su debilidad, su fragilidad, su historia familiar– y, por otra, de ser amado por Dios ¡Y esto es precioso! Porque si no nos sentimos amados por Dios, no llegaremos a ninguna parte.
Dios nos alcanza, nos ama, actúa en nosotros de manera inmerecida, por lo que somos y no por lo que podríamos ser. Él no nos ama si, sino cueste lo que cueste. En esto consiste el amor de Dios hacia nosotros: en estar a nuestro favor.
El amor de Dios es actual; somo amados locamente por Dios en este momento, aunque seamos débiles, pecadores, frágiles, desgraciados, manchados. ¡Nos ama así! En nuestra situación indecente, imposible.
A Gedeón todos esto le bastó para comenzar una vida nueva. Él se siente aceptado por Dios y se acepta a sí mismo: «Sí, voy, así como soy, ¡porque tu me amas! ¡Porque me siento amado por ti!».
Nuestra dignidad y nuestra grandeza no residen, por tanto, en lo que hacemos o en lo que producimos, no dependen de los aplausos o del éxito que nuestro cometido nos granjea, sino exclusivamente del hecho de que somos amados.
Paolo Scquizzato. Elogio de la vida imperfecta. El camino de la fragilidad. Madrid. Paulinas, 2014 pp. 57-59
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*S. Gedeón, conmemoración 1 de Septiembre
Señor, soy débil y por ello caigo ante la llamada del Maligno. Fortalece mi espíritu para no hundir me en el fango del pecado. Ayúdame Señor a permanecer en tu divina presencia. Se tu mi fuerza y mi apoyo.
Gracias.
Muchísimas gracias por esta referencia. Mañana salgo de viaje a Ethiopia, voy a comprarme el libro ¡Ya tengo lectura para el viaje! Dios os bendiga por la gran labor que hacéis. Unidos en Cristo JUAN JOSE
Gracias Señor por acogernos con tu bondadoso corazón…Eres un Padre misericordioso que sabes perdonar nuestras debilidades e imperfecciones y en el momento de la batalla estás ahí dándonos la fuerza para triunfar…