La paz del corazón
“Me has enviado a los hombres. Sobre mis hombros Señor, has puesto una carga demasiado pesada. Me has vestido de poderes extraordinarios y me has mandado salir por los caminos del mundo. Pero tú lo sabes Señor. La mayoría de aquellos a quienes me has enviado ni me quieren ni necesitan mis servicios. Los que me dejan entrar en sus vidas me cuentan sus pequeñas cosas, pero me ocultan sus grandes debilidades.
Pero estos son mis hombres y quiero amarlos como son, con sus pequeñas cosas y sus grandes defectos. No quiero que me des otros. Estoy contento con los que me has dado. Muchos de ellos tienen para mi un rostro bien definido, los estoy contemplando en estos momentos, se asoman a mis ojos me hacen compañía, los quiero de verdad. Acepto esas vidas en las que me ha tocado trabajar, ese barbecho que me ha tocado arar, esa sordera a la que ya me tienen acostumbrado. Ya no soy distinto de ellos. En ellos me veo y me reconozco. No hagas demasiado caso de mis quejas.
Quiero agradecerte Señor, que hayas puesto tu sello sobre mi alma y me hayas confiado tu Palabra. Mis labios consagran, mis manos se alzan para perdonar, mi voz da vida a tu Palabra, mi pasión la hace vibrar ante los hombres. Tu evangelio sigue siendo una buena noticia, aunque yo sea una calamidad al proclamarlo.
De todas maneras, gracias, Señor, por haberme escogido. Sigue caminando a mi lado, sigue poniendo alegres noticias en mis labios y dándome coraje en todo momento”
K. Rahner.
(Palabra al Misterio)
¡Gracias Señor por tus Sacerdotes… gracias por sus virtudes y defectos… gracias por permitirme aceptarlos como son…!…¡que Tu Divina Misericordia nos Bendiga a todos…! ¡Danos santos!
Me gustaMe gusta