Amigos de la Hesiquía

«La hesychía es una realidad algo compleja. Los latinos solían traducir este vocablo por quies, pax, tranquillitas, silentium… El término griego significa en los textos monásticos de la época que nos ocupa y en otros posteriores: a) «tranquilidad, quietud, como estado de alma necesario para la contemplación»; b) «tranquilidad, como estado de separación del mundo», y equivale a «soledad». En esta última acepción implica una doble connotación de silencio y soledad, y a veces va unida a anachóresis; como término técnico designa la «vida solitaria del hesicasta, concedida a monjes que la desean, sea temporal, sea permanentemente».

«El amor del silencio y de la soledad—ha escrito Hausherr—es la dialéctica de la oración». La hesychía, en fin de cuentas, es el amor, efectivo y convertido en género de vida, del silencio y la soledad en orden a alcanzar la verdadera oración y la auténtica contemplación. Es llevar la lucha por la oración hasta el último extremo. «Cuando yo vivía en el estado monástico—escribe el obispo Teodoreto de Ciro—, a todos los bienes de la tierra prefería la hesychía». «Ante todo, sed amigos de la hesychía», leemos en una carta del gran hesicasta que fue San Arsenio. Las recomendaciones, los elogios de la hesychía, son frecuentes y entusiastas en nuestros autores. Hesychía, en los textos monásticos, suele tener dos sentidos principales, como hemos visto. A veces designa un estado de vida; otras, un estado del alma. Hay, por tanto, dos clases de hesychía: una física y otra espiritual.

Extraído de «Historia del monacato primitivo» de García Colombás, (BAC) pág. 692 – «Oración y contemplación»

Homilía del Padre José Antonio

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