La paz del corazón
“… Volvamos a nuestro propósito. Decimos: El hombre es semejante a Dios cuando puede unir al mismo tiempo acción y gozo. Pero ¿Cuándo se alcanza esto? Esto tiene lugar cuando el hombre interior se une íntimamente a Dios, de manera inseparable, por su pureza e intención profunda.
Mas este deseo habitual de Dios no es lo que comúnmente se entiende por ello; difiere de ello como el correr del estar sentado. Ese deseo es un tomar conciencia de Dios presente en el fondo del alma y desearle vivamente. Es conciencia interior que causa gozo al hombre, y, si bajo el impulso de la buena voluntad se aplica a las obras exteriores, según sea necesario, no sale de la conciencia interior más que para volver a ella.
Es así como el hombre interior guía por la mano, muy sujeto, al hombre exterior. Algo así como el maestro cantero que tiene a sus órdenes a muchos aprendices y operarios; él no trabaja directamente, aparece rara vez por el taller, rápidamente pergeña el plan y la disposición de la obra, que cada cual luego ha de ejecutar. Esta dirección y maestría bastan para considerarle como el autor de todo… La obra se le atribuye por razón de sus órdenes e indicaciones y le es más personal que a cualquiera de los obreros que la han ejecutado.
Eso es exactamente lo que hace el hombre interior y transfigurado. Interiormente está en su gozo y, gracias a la luz de su prudencia, con un golpe de vista supervisa las facultades exteriores y asigna a cada una su tarea, de suerte que no quede ni un punto, por pequeño que fuere, sin concurrir al mismo fin… Así las obras más diversas convergen en la unidad…»
Extraído de «Sermón 13» de Juan Taulero
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supervisar las facultades exteriores y dar a cada una su tarea. Eso requiere ingenio y gracia,
Así es José Antonio… y que grado de atención Madre mía ! Un abrazo en Cristo Jesús.