La paz del corazón
Lo primero es aprender a diferenciar una acción de una reacción. La primera se hace con atención dirigida (intención, propósito); la segunda es automática y con nula o escasa consciencia. La acción atenta ilumina, la reacción nos oscurece y suele producir confusión, malestar, esclavitud creciente, contradicción o al menos adormecimiento del alma.*
Lo segundo es aprender a optar en cada momento por el camino ascendente que nos pone en presencia de Dios y nos conduce a encarnar el mandamiento principal (Mt 22, 36-40). En cualquier circunstancia elegir lo que mejora, lo que enaltece y dignifica, lo que está alineado con la enseñanza de Cristo. No dejarse llevar por la inercias (Rom 7, 14-25) que sugieren el cuerpo y la mente y rechazar con decisión la oscuridad del nihilismo que impulsa a la negligencia y a creer que no hay sentido en la vida.
Lo tercero es tomar la propia vida como un campo de labranza. En esto todos tenemos la misma misión, que es espiritualizar nuestra vida, adecuarla a la voluntad divina, purificarla para que sea ofrenda digna. Cultivar una vida clara, fuerte, orientada, solidaria, valerosa, que busque profundamente entretejerse con lo sagrado. «Un modo de ser que rechazando el modo de sentir del mundo… en todo rinde gracias a Dios y no arrastra su pensamiento hacia abajo (Cap. 59 de la 2ª Centuria de Nicetas). Es preciso sembrar las virtudes que nos permitirán cosechar la paz y la serena alegría.
Necesitamos invocar la gracia de la determinación firme, el valor de seguir un camino hasta el final, la audacia de entregarse al amado. En suma, vivir de veras.
* (Las reacciones son útiles cuando aparecen para protegerse de un peligro inminente o para proteger a otros. En ese caso las llamamos reflejos).
Práctica del día
Sin olvidar lo sugerido en los días anteriores, tratemos de hacer lo siguiente en este tercer día: Escojamos un momento y oremos pidiendo claridad y honestidad interna. Dibujemos luego un esquema o mapa de la propia vida en el momento actual. Tracemos un círculo por cada área de nuestro diario vivir (trabajo, familia, estudio, salud, espiritualidad, amigos, deportes, parroquia, esparcimiento etc. etc.) y detectemos allí, con la mayor precisión posible, las zonas que necesitan ser iluminadas. Esas partes del terreno que necesitan ser trabajadas, rotuladas, regadas y atendidas con amorosa atención. Tomemos nota simplemente de esto, visualizando claramente lo que sería necesario hacer o no hacer, activar o suspender etc. si fuéramos capaces de firme voluntad. ¿Qué cambios o aportes haría en esta área si fuera dueño de mi mismo?, sería una buena pregunta para concretar la práctica. Luego de esta tarea permanecer un rato repitiendo interiormente y con calma la oración de Jesús o aquella oración que nos resulte más querida.
La práctica del día en dos formatos:
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Muchas gracias Mario. Muy bien explicados los ejercicios. Muy interesantes y prácticos. Ánimo y adelante, un abrazo fraternal para todos y todas.
Hola Juan Francisco! Gracias a ti por participar y comentar. Se me había quedado tu comentario sin responder. Un abrazo fraterno hermano, invocando a Jesucristo.
amén