La paz del corazón
¿Cómo saber si lo que está al mando en determinado momento es el cuerpo, la mente o el espíritu?
Hay criterios muy claros que pueden servirnos para caer en cuenta. Si hay inquietud, desasosiego o prisa en cualquier sentido, la mente ha tomado el control y está orientando compulsivamente nuestra acción y determinando el modo en que somos y estamos en el cotidiano.
La gula, la pereza o inversamente la agitación motriz, los deseos exacerbados de cualquier tipo nos muestran la predominancia del cuerpo como regente. Esto es simplemente un modo de dividir los síntomas para mejor comprender. En verdad, cuerpo y mente forman un mismo organismo o estructura, son interdependientes y la acción de una parte se puede advertir en la otra con claridad. Cuando el espíritu está al mando nos damos cuenta de lo que el cuerpo necesita en cada momento y esta atención impide que lleguemos al punto en donde nos toma la compulsión. Nos anticipamos, por así decir, ordenando las fuerzas según lo que convenga a la situación del presente.
Cuando estamos desde el espíritu, la mente se muestra muy sosegada, los pensamientos se hacen funcionales a lo que estamos realizando y la oración se “escucha” con más facilidad. Nos damos cuenta de que estar en los pensamientos es esforzado y que permanecer silentes es más fácil y dichoso. Esto suele dejar un vacío de pensamientos pleno de sentido, que predispone a la plegaria y nos abre a la inspiración ocasional del Espíritu Santo.
En general una respiración agitada nos muestra la agitación de la mente. Un cuerpo inquieto que no puede quedarse tranquilo, lo mismo. Esto no debe mortificarnos sino servirnos para atender y descubrir cómo nos condicionan los automatismos. Es decir, todo eso que se hace a pesar de nuestra voluntad. (Romanos 7, 14-23) Si hay preocupación mental y tensión física es porque el espíritu dormita aletargado por los hábitos automáticos, sometido por las múltiples inercias; en términos de La Filocalía, diríamos que nos esclavizan las pasiones. Esto de las pasiones en el sentido más etimológico de padecer, de “pathos”, de aquello que se sufre.
También, cuando vemos que nos guía la vana curiosidad, esa que no se justifica en la acción que desempeñamos o cuando vemos que andamos deseando muchos estímulos o cuando nos sentimos aburridos y deseosos de “novedades”, podemos estar seguros de que estamos descentrados de nosotros mismos. Igual cuando actuamos para el resultado y no poniendo el acento en la impecabilidad de la acción misma. En el campo de las relaciones humanas, cuando nos cuesta escuchar al otro porque queremos hablar nosotros o cuando nos sentimos proclives a juzgar y a criticar, se nos muestra clara la acción de lo mental y lo corporal en desmedro de la impronta espiritual. Todo tiene sus grises y admite matices, sin embargo ahí tenemos unos pocos criterios que nos quitan confusión y nos enfocan mejor.
Tengamos en cuenta que cuando nos hacemos la pregunta: “¿Estoy actuando desde el espíritu o me estoy dejando llevar por la inquietud?”, es nuestra esencia tocándonos el hombro para llamarnos a la atención. Es la voz de la gracia que nos llama a la cordura, al alineamiento con la voluntad de Dios, a restablecer esa condición original cuya naturaleza es pacíficamente activa y suavemente dichosa.
Práctica recomendada:
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Excelente, pondré lo mejor de mi en este ejercicio, ya veremos cómo podré mantenerlo en el tiempo, muchas veces la inercia me ha desmoronado las prácticas que inicio con tanto entusiasmo.
Alguien tiene algún consejo para que esto no suceda?
Gracias
Pablo
Hola Pablo! Que gusto compartir. Mirá, un modo que conocí a través de Fenomenología es el de darnos periódicos recordatorios o «impactos conscientes» como se los ha llamado en alguna corriente de sicología evolutiva. Como sabes esa «Ley del estímulo constante decreciente» o esa inercia de los hábitos nos va quitando el entusiasmo cuando la novedad desaparece.
Por eso hay que recordarse mediante diversos recursos los propósitos y sobre todo, el sentido profundo que nos llevó a entusiasmarnos con una ejercitación recomendada.
¿Por qué y para qué quería yo perseverar en esto que ahora ha perdido su fuerza en mí? ¿Qué fue lo que me pareció importante de tal o cual ejercitación? Eso por una parte nos ayuda, pero también el compartir con otros la misma búsqueda es esencial. Un pequeño grupo, como por ejemplo el de trabajos prácticos en fenomenología o similares sirven de estímulo, soporte y recuerdo que alienta si fuera el caso. En pocas palabras eso es lo que nos sirve. Incluso la fraternidad misma que ha nacido surge de esa necesidad del compartir y sostenerse apoyado en otros, amén de la gracia que a todos nos va llevando. Un abrazo fuerte hermano!
Buenas, dejo está respuesta a modo de testimonio, ya pasó un poco más de una semana de intentar la práctica sugerida, y, tal cual me has comentado, los días que he compartido alguna charla con compañeros espirituales ha podido fluir la práctica a la conciencia en varias oportunidades, los días que el trabajo o la familia tuvieron mayor demanda me ha sido imposible recordarla…. Me faltaría encontrar un «impacto conciente» dentro de mi cotidiano, he intentado con algunos iconos, pero no resultó….. Seguiré intentando. Gracias. Abrazos
Gracias Mario, esta podía ser una práctica para toda la vida….sin que se
agote. Un abrazo.
Fabuloso, gracias Marito. Abrazo luminoso. Andre