La paz del corazón
«… Uno de los obstáculos más difíciles de vencer es el orgullo, sobre todo el orgullo espiritual, es decir, la presunción de haber alcanzado un estado místico. De ahí que la virtud primordial de la vida contemplativa sea la humildad que nos descubra nuestra propia miseria y nos ayude a sorprendernos en la arrogante actitud de creernos “alguien”. Incluso el tenerse por humilde es ya es un síntoma de soberbia.
¿Qué es la humildad?, “La humildad es el continuo olvido de las buenas obras cumplidas” (Filocalía, Diádoco de Fótice) de modo que sea tan espontánea que no quede rastro de ningún sentimiento de ser humilde. La humildad es la mejor herramienta para la autoobservación pues, “¿cómo podemos ser verdaderamente humildes si no nos conocemos?; o mejor dicho, ¿qué es la humildad, sino un conocimiento de las propias miserias y de la propia nada?”.
El conocimiento de uno mismo que procura la humildad nos da la capacidad de sorprender a nuestra mente en plena actividad de apropiación de experiencias; “sorprendí una vez a la seductora insensata [la soberbia]. Estaba levantándose en mi corazón y la llevaba en los hombros la vanagloria, su madre. Las enlacé con el dogal de la obediencia y flagelé con el látigo de la humildad” (Juan Clímaco, Scala paradisi).
Está escrito que El Señor resiste a los soberbios. “Por esto el Apóstol dijo: ¿Qué es lo que posees, que no lo hayas recibido? ¿Te has creado por ti sólo? ¿Y si el cuerpo y el alma de los cuales, en los cuales y por los cuales consiste toda virtud, los has recibido de Dios, por qué te vanaglorias como si no los hubieras recibido? Pues es el Señor el que te ha dado estas cosas”. (Filocalía, Hesiquio, Discurso sobre la sobriedad).
(Págs. 343 – 344) en «Historia de los métodos de meditación no dual»
Hoy: un texto, enlace y recordatorio:
Pensamiento y oración (¡gracias Beatriu!)
Este domingo en el blog «Contemplar y proclamar»
Este próximo viernes 8 se reanudan las reuniones del grupo de La oración de Jesús en Madrid: