La paz del corazón
Agradecer por lo vivido, podría ser en ocasiones, tarea difícil. Hay muchos casos en que las circunstancias que se atraviesan no son buenas, ni gratas e incluso pueden traer mucho sufrimiento consigo. ¿Qué mezcla la vida verdad? ¡Tantas alegrías y tanto dolor junto! Y si miramos lo que llamamos «el mundo» ni hablar.
Siento que hay que agradecer por todo. Porque todo viene en ese enorme espacio consciente que es la existencia, nuestra vida. Puedo quejarme de esto o de aquello, puedo horrorizarme incluso ante esa tragedia a la que no puedo encontrar sentido, sin embargo… ¿Querría no haber vivido? Al contrario.
Elegiría vivir de nuevo, aunque hubiera que pasar por las mismas situaciones.
Es que he descubierto algo en la belleza y en la alegría y en la calma dichosa y en el silencio repentino… un algo que no puede asirse con la mente y que de manera misteriosa persiste como fondo incluso en el dolor, en la angustia y el desgarramiento, en la calamidad y en la catástrofe.
¿Será algo en la mirada? ¿ O tal vez una cualidad invisible que reside en todo lo que existe?
Suena absurdo, pero míralo bien: ¿No has visto a las estrellas en un noche de campo con amigos? ¿Recuerdas la mirada de tu perro cuando al verte despertar salta de dicha? Recuerda ahora la risa de tu amada, la primera vez que viste el mar o el aroma del café caliente en pleno invierno… ¿Me comprendes? Detrás de todo eso late y alienta el mismo enigma, el mismo arcano que habita en la escudilla del indigente, en el suspiro final del que agoniza, o en la trinchera que sirve de sepulcro…
¡Oh sí, ahí estás! Y no hay sitio donde no te encuentres velando y en silencio, viviendo fascinado el sobrecogimiento del existir, del estar siendo las innumerables formas del Ser. No podemos expresar lo inexpresable, ni lo pretendemos. Solo ratificar ante nosotros mismos el agradecimiento, un agradecer que no puede ser selectivo, ni comparativo sino reverente.
«Ella contenía vida y la vida era la luz del hombre: esa luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ha apagado». (Juan 1, 4 – 5) «Era ella la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre llegando al mundo…» (Juan 1, 9) «La prueba es que de su plenitud todos nosotros hemos recibido: un amor que responde a su amor». (Juan 1, 16)
¡Quiera el Señor que crezca en nosotros la consciencia de su Presencia!
Un fuerte abrazo para todos, invocando sin cesar, el Santo Nombre del Señor Jesús.
elsantonombre.org
Os dejamos un vídeo para ver mañana enviado por Helen
y un audiolibro
Muchas gracias, Mario. Yo también elegiría vivir de nuevo.
Y demos gracias a Dios por tanto y por todo.
Un abrazo fraterno invocando el Santo Nombre de Jesús.