La danza de los fragmentos

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«Tantos fragmentos nos parten. Innúmeros nombres balbucean la misma y única aspiración: felicidad. La mayoría afirma que sólo es feliz aquel que tiene todo, aquel que al más agrega más… Llamando plenitud a lo mucho se nos escapa todo, se nos escapa lo propio. El omnipotente todo nos empuja de aquí para allí, de una cosa a la otra, de cada cosa tomamos un poco, de ese poco suele no quedarnos nada.

De actividad en actividad comenzamos a sentir el vértigo del vacío, vacíos comenzamos a escapar arrojándonos al tráfago del activismo con el que tratamos de cubrir nuestro vacío. En cada actividad esperamos encontrar lo que la anterior tampoco nos dio, tratamos de cubrir lo que la anterior tampoco cubrió. Ni en la lejanía del corazón, ni en el desierto de chatura de nuestra cotidianeidad conocemos la paz. Todo lo que nuestras manos tocan, todo lo que nuestros dedos aferran, traduce la impronta de la insatisfacción, de la incisión que parte nuestro corazón.

El desasosiego sube desde el interior al exterior, corre como una marea fangosa que nos arrastra, como un trozo más en una corriente de objetos sin significado, una marea que nos va dejando sin tierra firme donde detenernos, donde reflexionar, donde esperar. El hombre no escribe ya el diario de su vida, el hombre de hoy llena agendas. Su historia es una retahíla de números, una cifra operatoria sin resultado final, sin factor constante.

El latir de su corazón, el ritmo orgánico y cósmico que lleva en su interior ha sido dejado atrás, desatendido por la urgencia, por los designios del dios Kronos: su tic-tac acompasa y acelera la marcha del desenfreno, el girar que suple al avanzar, la danza de los fragmentos. Lo esencial, la riqueza de lo propio, es primero relegado y después olvidado; relegado entre las cosas por hacer: las nunca hechas. Lo esencial queda postergado hasta tanto se tenga tiempo, mientras, el tiempo tiene al hombre, el tiempo que le va restando su vida.

Imagen dramática de un siglo que busca su fundamento no en lo perenne y permanente sino, sola y exclusivamente, en lo siempre nuevo, en lo siempre último, no en lo originario sino en lo original, en lo novedoso. No en el éxtasis sino en el vértigo. «

Fragmento del libro de Hugo Mujica «Kyrie Eleison»

Aquí la Web de Hugo Mujica

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