La paz del corazón
¿En qué funda usted su vida espiritual?
En la atención. Sin ella erramos de continuo en el blanco. Pecamos a cada paso. Atravesamos las horas como dormidos sin darnos cuenta del extremo egoísmo que domina nuestras acciones. Con la atención aparece la libertad y la oración toma cuerpo y se profundiza. Cuando estamos atentos la gracia nos acompaña.
¿No nos acompaña siempre la gracia?
Sì, pero la ignoramos. Es como si una amiga llega de visita y tu ni la saludas, ni la atiendes y sigues perdido entre tus cosas. Aquello de «Vete y no vuelvas a pecar» (Juan 8,11) implica la atención.
¿Què es la atención?
Saber que soy y no olvidarlo. Esta consciencia de que yo soy no puede estar separada del recuerdo de Dios. Cuando sabes que eres, que estás vivo y presente, se hace evidente que estás sostenido por Dios. Sin Él no somos. Por eso atención, consciencia del presente y recuerdo de Dios son una misma cosa.
¿Cómo adquirir la atención?
Amando la vida o mejor dicho… dándose cuenta del amor que tenemos por la vida. Vivir nos gusta mucho. Entonces le damos valor a la atención que nos permite ser conscientes de la vida y no pasarle por encima como algo abundante y sin valor. Dormir un poco hace bien, vivir adormilados hace mal. Hay que entrenar la atención y para ello nada mejor que la oración.
¿Cómo hacer entonces?
Hay que tener algunos momentos especìficos de oración cada jornada y una actitud orante en cualquier actividad. Se nos muestra así la constante divagación. Quedamos algo horrorizados de nosotros mismos y esto nos da la fuerza para anclarnos en el instante. Si no atiendo a este mismo momento, la presencia de Dios se me escapa; me parece que no está y ahí nos quedamos con un Cristo conceptual, que no encarna. Hay que darse cuenta de que Dios no aparece porque nosotros estamos ausentes. Es decir estamos rumiando fantasmas y preocupaciones en el mundo mental.
¿Eso es lo que pide usted cuando repite la oración de Jesùs?
Sí, atención y libertad. Permanecer en esa actitud donde percibo lo sagrado.
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