Nuestro elemento

¿Cómo es eso de vivir en función de un solo propósito? ¿A qué se refiere y como hacerlo de manera práctica?

Imagina alguien que practica un deporte, por ejemplo el tenis. Y que se lo toma en serio de modo profesional. Esa persona empieza, en cierto sentido, a vivir para y por el tenis. Todo lo que hace está orientado en función de eso. ¿Qué alimentos ingiere? Los que potencian su rendimiento físico y descarta aquellos que le perjudican. Su descanso se programa según los torneos y los horarios en los que jugará. Sus actividades de entrenamiento y hasta las recreativas se verán condicionadas por el calendario de partidos. Es decir, todo se adecúa a su prioridad de vida que es su carrera deportiva.

O toma el caso de un banquero ambicioso. Todas sus actividades buscan incrementar el capital de su banca, cada inversión que realiza, los préstamos que brinda y todo emprendimiento va a lo mismo y seguramente la mayoría de sus pensamientos giran en torno al tema.

En el caso de quienes queremos vivir en la percepción de la presencia de Dios; afincarnos en un estado de oración incesante del corazón o adecuar nuestro cotidiano a la enseñanza evangélica; según como quieras formular el propósito o sentido de tu vida, es algo similar. Tiene semejanza en cuanto al grado de dedicación y atención que se necesita. Todo lo que haces debe realizarse según aquello a lo que aspiras y debe descartarse todo lo que pueda alejarte o hacerte las cosas más difíciles. Y eso involucra sin duda todos los momentos de tu día a día. Pero, antes que nada, es preciso consagrarse interiormente a ese propósito y esto debe surgir de un apasionado deseo o amor por el objeto de nuestra búsqueda.

Uno puede ver que el gran atleta deportivo antes de sus logros y conquistas, ha hecho un largo camino de entrenamiento que a veces a involucrado grandes esfuerzos y tareas. Y ha sido guiado por el apetito de gloria o por un gusto muy grande por el deporte que practica y la competencia. En la cancha se siente en su elemento. Encontrar la gracia de Dios en el corazón o hacer una realidad perceptible aquello de que en Dios somos, nos movemos y existimos… o ser a consciencia discípulos de Cristo, requiere una intencionalidad profunda. Desatender los pensamientos divagatorios y volver una y otra vez al momento en el que estamos, o poner lo mejor en lo que sea que estemos haciendo o volver a llevar la mente hacia la oración que se ha elegido, requiere de gran determinación. La atención vigilante es entonces nuestro elemento.

Sin embargo esta atención debe ser distensa. Estar atentos debe llegar a ser un descanso, un ser y estar sin esfuerzo. Es preciso darnos cuenta que el seguimiento de la propia vocación es fundamental para alinearnos con la voluntad de Dios. Si te atrae un tipo de oración o espiritualidad has de consagrarte a ella con todo lo que tienes, sin dejarte nada en el camino. Allí aparece entonces claro tu propósito que aunque se imagine en el futuro ya es ahora mismo, en cada movimiento que haces. Así, los talentos que te han sido dados comienzan a desplegarse…

¿Cómo es eso de que el futuro es ahora? Si busco algo estoy tendido hacia un momento que no es presente…

Continúa…

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