Sobre apostolado

Invocando a Jesucristo trato de responderte esta pregunta.

Por una parte, cuando la Hermana dice: “con esta transformación que se está produciendo en mi vida” está hablando de algo que sin duda repercute en su medio. Su transformación ha de ir irradiando en sus actitudes y conductas y eso servirá sin duda a quienes la rodean. Pero es de mucho interés si se puede sostener un voluntariado semanal de la preferencia de cada quién.

Los monjes del desierto de los primeros tiempos del cristianismo, hacían cestas que daban a los pobres para su venta por ejemplo. O acudían a asistir algún enfermo. Cualquier actividad, por mínima que sea, que nos obligue comprometiendo el cuerpo y la conducta a servir a los demás, es un buen “cinturón” que nos mantendrá ajustados a la vida de los hermanos que nos rodean y que están a lo mejor alejados de la vida contemplativa.

Además, es bueno “poner a prueba” el silencio adquirido. Porque no se ha probado lo que no se ha sacado al medio. Una nueva medicina puede ser muy buena en el laboratorio, pero recién se aprueba cuando se la experimentó en las personas. Del mismo modo, la tranquilidad lograda en la celda, en nuestra soledad, debe mantenerse cuando nos rodea el tumulto y la agitación. Sino es una paz todavía dependiente de la circunstancia. Lo que nos debe impulsar a profundizar aún más la oración.

Ahora, quién no tiene este problema de conciencia, a quién esta pregunta no se le ha suscitado, que no se preocupe, porque quizás no es el momento adecuado para iniciar un apostolado externo. Cada alma es particularísima. A lo mejor, alguien se está iniciando en la oración y encontrando en ella paz y quietud nuevas. Forzarse a un voluntariado quizás lo saque de centro dificultándose luego el regreso.

La oración es en si misma un apostolado. Del mismo modo que una actividad apostólica activa, es oración. Aquí lo importante es la voz del espíritu que nos impulsa y nos llama a una u otra actividad. Como el caso de esta hermana, que quizás deba hacer algún voluntariado y ver si de ese modo acrecienta la paz de su corazón.

La actividad con enfermos graves, moribundos, no es nada fácil y tampoco todos están llamados a ella. Simplemente hago mención, a que es uno de los apostolados activos más compatibles con la contemplación y con la oración de Jesús. Esto por varias razones. Por ejemplo: Los enfermos necesitan que los acompañe alguien que sepa escuchar, o que permanezca en silencio, alguien que sepa orar con profundidad interior.

¿No quisiéramos nosotros que en nuestro lecho de muerte, alguien que repita el Nombre de Jesucristo en su corazón, estuviera a nuestro lado? ¿Aunque solo nos tome de la mano?
La presencia de la muerte inminente es un acicate excelente para la oración profunda en el corazón. Uno se sitúa ante las cosas desde otra perspectiva.

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