La paz del corazón
Como casi siempre, la primera señal de la ermita distante la daba el humo. Era una pequeña columna, lenta y ondulante, que se elevaba encima de los pinos y que me hacía sentir mas cerca de casa, como acercándome al verdadero hogar.
Hermano Vasily como le gustaba ser llamado en lugar de “Padre”, alimentaba el hogar casi de continuo en cualquier época del año. Sospechaba ya entonces, que se trataba mas de mantener encendido el fuego votivo de la alabanza, que de calentar la ermita, de por si bastante abrigada por la piedra con la que fue construida. Ya casi llegando me regocijé anticipando el encuentro y susurré la oración con mas fuerza.
En el pequeño espacio libre de árboles donde se encuentra la celda, no se oye sonido alguno y el piso esta limpio de los restos de las coníferas, como recién barrido. Según habíamos acordado en anteriores encuentros, no golpeo la puerta, solo paso y me siento en un pequeño taburete, cómodo. Espero silencioso y abrigado mientras lo miro, extático, con la vista en el ícono del Salvador, iluminado levemente por una vela cercana ya agonizante.
Al rato se da vuelta y se yergue ágil, como joven, y me abraza cariñoso. Yo siento desaparecer todo rastro de desamparo, me siento como me imagino debía sentirme cuando niño, en brazos de mis padres.
Silenciosos ambos, sonreímos y nos santiguamos, como inaugurando el encuentro. Coloca un jarro en el fuego, que aviva con unos leños y me pregunta si quiero un té o un poco de yerba mate. Elijo el té y saco del bolso un frasco de miel que le traigo de regalo.
– Como siempre Padre, le traigo unas preguntas.
– Como siempre Mario, estoy dispuesto a responderlas si el Señor me asiste con su gracia.
– Me alegra mucho verlo Padre…
– A mi también. Te veo cada vez mas tranquilo aunque a vos no te parezca tanto.
– No, es cierto. Estoy mucho mejor, la oración me va consolando sin que me explique bien como.
– La oración te consuela a pesar de los intentos que hace tu mente de molestar, buscando explicaciones.
– Es cierto Padre, es cierto, así es realmente.
– Bueno. Preguntá entonces tranquilo que tenemos todo el día.
– Si, ya que tocamos el tema podría empezar por ahí, por el tema de la fe y la razón, que era algo que tenía pensado plantearle.
– ¿Cómo es, el planteo?
– Es como que la mente me interpone objeciones a mi acercamiento a la oración, a mi asistencia frecuente a misa, me dice que me estoy refugiando de mis temores, que estoy armando una mitología para hacerme la vida mas llevadera…que Dios no precisa de mi oración…y que Él siendo inmutable como Es, no va a cambiar nada de lo predestinado por el hecho de que uno le haga oraciones y así cosas por el estilo. Realmente me quita mucha devoción cuando esas dudas me asaltan y me hacen a veces muy árida la liturgia.
– Mario…vas a tener que recordar un poco…¿Por qué volviste a asistir a misa, que habías abandonado durante muchos años? ¿Porqué un día te confesaste, cosa que no habías hecho tampoco durante mucho tiempo?¿Cómo fue que te acercaste tanto hasta este lugar y cómo es que te pasas contando los días hasta poder cumplimentar las condiciones que te permitan venir a vivir a esta soledad?
– Padre, usted sabe mi historia; ¿Por qué me lo pregunta?
– Me refiero a que no es por alguna teorización, ni por una conclusión científica, ni porque habiendo armado una sólida construcción intelectual, te has volcado hacia la religión. No ha sido así.
– No claro. Fue por necesidad Padre, por fracaso, porque no encontrando lo que buscaba en ninguna parte, lo busqué de nuevo en Dios, como en mi juventud.
– Sentiste el impulso ¿no es así? El deseo de estar en oración, recogido y delante de la Cruz, ¿te acuerdas? Eso me lo contaste y me acuerdo bien.
– Si es así.
– Bien. Primer punto: El acercamiento a la experiencia religiosa no se inicia desde el intelecto. Puede continuarse y expandirse a todas las partes del ser cuerpo mente; pero empieza en el calor del corazón. Es un impulso cordial, que inexplicablemente o a pesar de las explicaciones nos lleva hacia lo sagrado, lenta pero irrevocablemente. Eso amigo, se llama la gracia del llamado del Señor.
– Si, me emociona. Sobre todo cuando me acuerdo de cómo pensaba y en donde me encontraba actuando y…no sé, era distinto. No es un derrotero lógico.
– Claro que no, no responde a la lógica convencional. Un fuego en el corazón, que al principio es suave y que llega de a poco a arder hasta consumir al ser entero en lo sagrado; ese fuego es un llamado, una forma de manifestarse en nosotros el acercamiento de lo divino. Una forma de Ser lo Divino en el mundo. Es en cierto modo, una nueva encarnación, en cada ser humano que lo vive.
– Pero y entonces Padre…porque a mi ahora se me aviva toda la devoción de vuelta, con solo acercarme a la ermita, charlando; pero después, la aridez en que me deja el intelecto a veces, hace que mi vida religiosa sea como parcial o ambigua, como sino pudiera disfrutarla plenamente por esas dudas.
– Esta bien. Cuando uno ha seguido al impulso de búsqueda y se ha acercado a la sensación de lo sagrado, no viene mal darle algún hueso a la mente para que se entretenga y no moleste. Igual que a nuestros hermanos los perros.
– ¿Cómo es eso Padre, que quiere decir?
– Que se puede intentar una explicación para que la mente tenga un armado que la deje en paz y entonces no perturbe la oración.
– ¿Cómo sería?
– Todas las dudas que surgen se deben a oposiciones. Si esto es así, aquello debería ser asá y si esto no es así entonces lo de mas allá. ¿Viste? Es como una serie de platos de balanza que se van alineando o desalineando. Por ejemplo, ¿Para qué si Dios es Omnisapiente necesita que le diga lo que necesito? ¿Para qué mandó a su hijo si de todas formas el podía limpiar el pecado del mundo con un solo acto de Su voluntad? O mejor, ¿Para qué permitió o creó la posibilidad del pecado siendo que podía crear un mundo edénico sin transgresión? Y así podemos seguir mucho tiempo. ¿Si todo se debe a Su gracia entonces que papel cumple mi voluntad? Y entonces, ¿si peco es porque el me quitó su gracia? y siguiendo…¿no es verdad?
– Si Padre tal cual. Es como si se hubiera metido en mi mente y la leyera en los momentos de aridez.
– No, me he metido en mi propia mente y en la de todos, porque todas tienen una estructura similar. Si revisas el motor de un auto o de otro verás diferencias, pero la estructura es la misma. Tienes que considerar varias cosas. Una se refiere a que cada sentido y aparato del organismo percibe una franja de realidad determinada, y que además, la organiza según su forma de funcionar. Entonces el resultado de esa percepción y organización, puede no ser parecida o ser disímil con la percepción y organización de otra persona. Veamos. Si te palmeo el hombro, tu piel percibe una presión discontinua que se repite cíclicamente durante un intervalo de tiempo.
– ¿Cómo? Ahí si que me confundió.
– No, espera, ten paciencia. Tu piel, solo tu piel, si la abstraemos del contexto en que se halla; solo percibe una variación de presión en su superficie, percibe que aumenta la presión cuando apoyo mi mano y que disminuye cuando la retiro.
Pero para el aparato de memoria, encargado de guardar información, se hace previsible la repetición de la palmada, porque ya la ha vivido en anteriores ocasiones. ¿Lo ves? Pero no para la piel, que solo percibe diferencias de presión y temperatura. A su vez, tu zona emotiva, tu centro emocional digamos, percibe la calidez afectiva de la palmada, sabe que es una muestra de aliento y de afecto. La recibe bien, conforme. Tu intelecto en cambio, organiza la percepción desde el mismo hecho de decir que eso que golpea es una mano, que lo que te quiero decir es tal o cual cosa, duda si te palmeo por esto o lo otro, se pregunta si deberías responder de algún modo…y siguiendo.
Eso te quise decir con lo de que cada aparato y cada sentido a su vez, organiza las cosas según su modo. En ocasiones, ojalá que siempre, esos aparatos se coordinan y simultáneamente convergen y entonces uno siente pleno acuerdo en el cuerpo y la mente. Es como una ayuda a la paz del espíritu. Si la mente no duda, si el corazón vive en la fe, el cuerpo se relaja, todo ayuda. Se coordinan todas las partes.
Se produce una unidad. Y está bien que busquemos esa unidad, porque viene a cumplir la función de cuando uno limpia la habitación; todo se hace mas fácil y agradable, todo esta ordenado. Pero hay que aprender a convivir con el desorden, porque hay momentos en donde no va a poder estar todo en su lugar, e incluso te digo, no conviene que esté todo ordenadito, porque a veces el desorden precede a la transformación y al cambio.
Es igual que cuando pintas una casa y la re decoras. Tiene que producirse un desorden, porque sino no es posible reorganizar la vivienda. A mi me ha pasado, de vivir enormes períodos de aridez, solo para descubrir y gracias a eso, que hacía oración para sentir cierta sensación placentera y no motivado por un acercamiento genuino al Señor. En la aridez, descubrí que me seguía acercando, que seguía orando y que lo iba a seguir haciendo aunque nunca llegara la devoción cálida y luminosa; porque lo que buscaba era al Señor y como este quisiera manifestarse y no mi placer personal. ¿Me entiendes?
– Si Padre, ahora si, totalmente.
– Pero sin la aridez no iba a poder descubrir eso. Lo que hemos dicho otras veces, que no hay mal que por bien no venga, resultando así que el mal no era tal. Entonces si hay unidad entre todos los aparatos de la mente y del cuerpo, bienvenida sea y si no la hay también porque para algo servirá esa desarmonía. Si no bajara la temperatura, todos los años en cierta época, no podrían producirse ciertos procesos necesarios para los vegetales y animales y para el planeta en general ¿no es cierto? Pero la piel te va a protestar por el frío, se va a quejar.
Entonces, el corazón, la intuición, el órgano a través del cual sentimos en el cuerpo con mas facilidad el espíritu, es el que primero se acomoda a la gracia y se sumerge en su calidez. El corazón tiene razones que la razón no entiende es algo muy cierto. El corazón se ve atraído a la oración, al silencio, al recogimiento y luego, al tiempo, el cuerpo le sigue, empieza a hacerse conducta lo que pide el corazón.
Pero la mente ni de cerca. Que esto y lo otro y lo de más allá. Yo no me pondría a tranquilizar a la mente con mucha teología o cosas por el estilo sino con esta comprensión; que conducta, corazón e intelecto son aparatos con velocidades diferentes y con funciones diferentes y darle tiempo y confianza al organismo para unificarse.
Porque fijate Mario, toda esta cuestión de lo que hizo y no hizo Dios y de lo que debería hacer si sus atributos son estos o los otros y de si sirve esto o no o si hay un error aquí y allá…todo eso no sirve porque todo lo que pueda estructurar la mente es parcial, sumamente limitado e inexacto. ¿Vos sabés que el conocimiento se articula en base a la memoria y a estímulos y a intereses y a franjas de percepción y entonces no es muy de fiar, no hay que darle mucho crédito.
– Dígame mas acerca de eso Padre.
– ¿Sabías que lo que llamamos color es solo una vibración distinta de la materia? O mejor dicho, que según el punto de vista de los científicos, de los físicos, eso es el color?
– Algo escuché por ahí una vez.
– Bueno, pero para vos es una hermosa flor amarilla. Pero parece que el sentido del ojo la ve amarilla, que amarillo no hay en ningún lado, el sentido la organiza, la percibe así, ¿me entiendes? Además tu memoria, asoció desde niño cierto sonido a esa percepción, entonces dices: “Flor”. Mueves tu boca de cierto modo y pasa cierto aire por tus cuerdas vocales y entonces decís “flor”. Entonces, algo vibra allí afuera de tu cuerpo y el sentido del ojo mas el sentido interno organizador llamado mente convergen y dicen: “Eso es una flor amarilla”. Bueno, muy bien, yo no digo que lo dudes, pero tampoco es para darle tanto crédito, porque en otro país hubieras asociado otro sonido en lugar de la palabra que aquí usamos y si tuvieras unos ojos de perro no verías esa vibración como amarillo sino como gris, parece.
– Si, claro, se me hace mucho mas entendible ahora.
– Por lo tanto hay que tener esto en cuenta cuando se presentan objeciones a la religiosidad desde la mente, en cuanto a la lógica de una cosa o de otra. El valor de la religión no es lógico. El valor de la religión está en su poder de redención, de transformación del corazón del hombre. El valor de la religiosidad es la posibilidad que brinda al ser humano de trascendencia. Seamos claros Mario. Si lo que buscas con la mente es “la verdad”, debes saber que Dios no puede conocerse, que de Él nada puede saberse, que nos es infinitamente lejano en cuanto a las posibilidades de nuestra mente. Abordar a Dios con la herramienta mental es fatiga vana. A lo único que puede llegarse es al convencimiento mental de la necesidad de la existencia de Dios. Pero abordar a Dios desde el intelecto es como querer entender el amor desde la uña del pie. ¿Cómo podríamos conocer de aquello que nos abarca absolutamente? El oído percibe cierta franja de sonido, el ojo advierte solo cierto rango de luminosidad, y así como no vemos lo microscópico sin ayuda de aparatos, no podemos percibir a Dios sino en el corazón. El corazón es la antena receptora de Dios y la oración, los actos litúrgicos, la ascesis, los iconos, las peregrinaciones y todo lo demás, son instrumentos que ayudan a que se perciba esa brisa suave que nos obliga a taparnos el rostro sobrecogidos.
No existe la divergencia entre razón y fe. Existe la fe y la razón que haga lo que quiera. “¡Pero señor usted es un irracional! ¡¿cómo va a andar creyendo esas cosas que cree?!”
Si, totalmente irracional. ¡Creo en la divinización del hombre por obra de la gracia, por obra de un hálito sagrado que sopla donde quiere! Pero, curiosamente, esta irracionalidad, ¡no me preocupa! Contrariamente, me hace feliz.
Imaginate…¡querer saber como es el Creador de todo lo que existe! ¿Y cómo podríamos? limitados como somos. No es posible para la rodilla conocer el funcionamiento general del cuerpo humano, ni su sentido, ni su fundamento, ni nada, apenas algo de cómo funciona esa articulación. Pero si puede la rodilla trabajar como debe, haciendo lo que sabe hacer y recibir la savia vivificante, la sangre que le envía el cuerpo para que cumpla su función.
Así que te digo Mario, yo no sé como es Dios, ni se resolver muchas de esas contradicciones entre las dudas y las aserciones del intelecto…pero sé que Lo amo y que ese amor me llena y que inexplicablemente, da sentido a mi vida.
elsantonombre.org
Publicado por Ed. Narcea en
Se puede ser eremita en el mundo, soy un Catolico Apostolico Romano, pretendo conseguir y ser cada vez mas Cristiano, pero no avanzo en espiritualidad.
Un saludo en Cristo.
Claro que si, se puede. Pero hace falta un buen guía espiritual. Como dice Monje Nicéforo, si no hay un buen guía, buscarlo con decisión y pedir esa gracia y si aún así no aparece, entregarse a la voluntad divina y guiarse por las enseñanzas de los Santos Padres.
Un saludo en Cristo.