La paz del corazón
El fondo del barranco es multiforme. Habitado por animales varios tiene su centro en el riacho sucio que lo divide. Pululan las bolsas de basura malolientes y restos orgánicos que mejor ni saber.
Los arbustos y las matas tienen colores mustios y languidecen como todo en el entorno. Bien arriba, en un costado, la autopista hace el papel de cielo, siempre quieta e inmóvil. Desde allí cae de vez en cuando algún desecho aprovechable.
Yendo hacia el otro lado, metiéndose un poco en lo que sería un montecito enmarañado, están las cuevas. Pequeños hoyos generados por el agua de lluvias fuertes o simples desprendimientos de la tierra arcillosa, que deja concavidades útiles, para quienes no teniendo cobijo alguno lo buscan allí.
Son una prole llamativa de viejos que respiran ronco y casi no se mueven, quejándose bajo continuamente; están sumergidos por el vaho del alcohol, la enfermedad y el abandono. Curiosamente no hay generaciones medias por allí, si los niños pobres, curtidos, que metiéndose por cualquier sitio continúan sus andanzas provenientes de la villa cercana.
Hace calor siempre y aún nublado nos agobia el sol, todo es sucio, gastado, mal encajado; no se entiende a cuento de que viene a existir un lugar así, mas propio de las páginas del Dante. Sin embargo, mas allá de cualquier interrogante ellos se despliegan diariamente sin azoramiento.
Un pequeño ejército de religiosos, monjes y monjas de hábitos simples, raídos pero limpios, aparecen siempre algo antes del mediodía. Se distinguen por sus ropas, por unas cruces grandes colgadas del cuello, pero también debido al aire de alegría que respiran, como si encontraran algo en la vida que los demás no. Viven en el mismo barranco, pero más allá, junto a la subida.
Se la pasan con los moribundos, trayéndoles agua, algo de comida y bendiciones. Los chicos los siguen un rato y charlan animados. Después se sumergen en la favela. Tienen el paso libre, los respetan incluso los traficantes. Curan como pueden, calman rencillas y hasta apuran un trago ofrecido al acaso para no despreciar.
Hacia media tarde enfilan para la casucha de Clyde. Es la parte central del barrio. La mejoría se nota porque las viviendas tienen mas lata que cartón y algúna pared de ladrillo también puede encontrarse. La música suena estridente y alteradamente alegre, rimbombante. Supongo que intenta disipar la miseria. Los muros coincidentes con el ritmo, son azules vibrantes, verdes y hasta de rosa subido.
La misa se oficia un poco dentro del comedor y un poco debajo de la parra que ofrece sombra. Pese a todo resulta un ambiente acogedor. No son muchos los asistentes, algo más de veinte. Cuatro madres, dos abuelas, una bisabuela que no llega a los cincuenta. Niñitos muy chicos y los enfermos. José sigue la misa desde su pieza que tiene la puerta abierta. Le veo los ojos brillantes en medio de la penumbra.
Es como si por aquí aleteara el misterio. Curiosa forma de manifestarse lo sagrado en el mundo.
Llegan por ahí oleadas de aromas indescriptibles y en la mesa que hace de altar cubierta por una sábana blanca, se dice…»por Cristo, con Él y en Él…» y todos levantamos la mirada siguiendo las manos oficiantes que elevan las especies.
Al momento de darse la paz me conmociona lo genuino del abrazo, de la sonrisa, el desembarazo en la plena transparencia. Antes que nadie comulga José, en su lecho, luego todos los demás. En ese momento el silencio nos cubre, nos ponemos de rodillas, la unción surge y nos atraviesa.
Al cerrar los ojos, luego de comulgar, la mirada interna se me disloca y me parece ascender verticalmente. Veo las casillas de la miseria, la autovía monumental, los barrios mejorados y hasta el parque de golf mas allá. Veo el centro cosmopolita cargado de autos y de shoppings. Me alejo tanto que ya diviso otras ciudades y luego el continente.
Ahora el planeta es una gota brillante, una perla hermosa, una maravilla sin par. Y al volver la visión en torno hacia la miríada de estrellas infinitas, siento de golpe una abrazo enorme, un hálito envolvente que tomando las galaxias y envolviendo los astros, recoge miserias y riquezas dándole forma de Cruz.
Pequeño homenaje a los Hermanos de Jesús
Equipo de Hesiquía
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Pax et bonum a todos los que leen este querido blog.
Separados, imagen – texto, significan más que juntos.
Misterio de lo Sagrado, celebrado en medio de la miseria. Si y no.
Demasiada realidad cruda y «animal» para tanta metáfora y homenaje.
¿No creéis?
Compromiso y coherencia de vida, así lo siento desde la pobreza de mi corazón.
Aquí no importan «religiones», ideologías o políticas.
Como decía Madre Teresa de Calcuta:
«Amar hasta que duela»,
y más… más.
El Señor nos bendiga a todos.
Si consiento con Uds.Maria Laura!
No puedo decir en ninguna manera de hacer siempre lo necesario en un momento cual provoca mi misericordia. Pero hay situaciones que nos hace reagir con misericordia y ayuda pronta y actual ( y no siempre se nota el sufrimiento tan obvio como en la foto) pero no podemos evitar otros sufrimientos que succeden al mismo tiempo.
Es duro vivir no ya en la pobreza, sino en la misma miseria. Alguien me dijo:«Sí dan pena,escalofrios; pero ellos se hacen fuertes a base del sufrimiento diario por sobrevivir y verse confundidos con una bolsa de basura»
Y le constesté: ¡Mira…te ha quedado una frase redonda, si el pasar agonía por vivir eso te hace fuerte, quizás que vayas tú y te pongas en lugar de ellos y rogar que no te confundan las aves rapiñas con una bolsa de basura!
El mal de nuestra sociedad es estar bien acomodados, conocer las necesidades del mundo sufriente y no hacer nada por ayudarles y esperar »Que lo hagan otros».
Gracias Mario por el testimonio de entrega de esas personas, siempre encontraremos en cualquier hueco del mundo una mano tendida y un corazón dilatado por el amor.
Sor.Cecilia Codina Masachs O.P
Gracias a Usted Sor Cecilia por participar y por los consejos que brinda en su blog.
Contemplar esta foto no deja en paz. Toca la mas profunda misericordia, hace pensar en la fragilidad de ser humano dentro la naturaleza que tiene a sufrir mas que cada otra creatura, hace preguntar que hizo el fotógrafo después de haber sacado la foto y mucho más.. abre el corazon de pedir » ten piedad».
Esa pregunta es muy interesante Holle. ¿Que hizo el fotógrafo luego? También nos interpela a nosotros en nuestra cotidianeidad. ¿Que hacemos ante el dolor que vemos a diario? Ud. sabe que yo he leído algo una vez sobre el autor de la foto esta, que fue premiada y comentarios que el hacía. Veré si puedo encontrar algo.
Saludos en Cristo.
Esa fotografía es un doloroso y triste hecho, tan frecuente en nuestros pueblos, tan cargado de miseria y sufrimiento en tantos «Cristos dolientes».Son vidas miserables y rotas abandonados por sus hermanos. Que glorioso contraste es ver «ángeles»custodiando a estos pobres entre los mas pobres.Todos debemos aportar algo para mejor desgracia de estos pobres abandonados.