La paz del corazón
Aporte del Hno. Jorge María – (frayjorgecitta@gmail.com)
Muy pronto, en nuestra vida consagrada o bautizada, la Palabra se transforma en un lugar determinante. Vamos a ella, nos encontramos con ella, ilumina nuestra vida, la utilizamos para darnos a conocer, etc. Pero corremos el riesgo de transformarnos en “catedráticos o profesionales” de la Palabra. Entonces se va generando un vacío interior cada vez más grande… Muchas de nuestras palabras surgen del vacío, de escuchar a Dios de a ratos, de pasada… No vivimos una profecía que venga de una soledad sonora, no la cultivamos, nos “edulcoramos” con palabras que no satisfacen, ni seducen… de revistas, diarios, la TV…
BASTA de decir cosas que nosotros no nos creemos… BASTA de mostrar algo que no es verdad…
Es probable que esa soledad e intimidad no se haya cultivado sobre una base sólida. El riesgo, es vivir como si nada hubiera pasado. ¿Dónde tengo puesto mi deseo más profundo? ¿Desde dónde madura mi afecto? ¿De qué se nutre mi opción? No tenemos que dejar de ir al desierto y a la soledad, tenemos que atrevernos a ir mar adentro… Tenemos que habitar nuestro corazón.
Todos hemos recibido del Creador un órgano que es el lugar de la oración: el corazón. El relato de la creación cuenta cómo Dios creó al hombre y la mujer, infundiendo en él su espíritu (o aliento) vital. El espíritu vital de Dios, es en nosotros el manantial de la oración. Por eso, el Señor conoce nuestro corazón (Jn 11,20; Sal 138, 2-23). Según las SS.EE., el carácter propio de cada individuo está localizado en el corazón: de él salen los pensamientos, los pecados, las tendencias buenas y malas, envidia y celos, alegría, paz y misericordia. También el corazón puede expresar a toda la persona (Jos 22,5).
El corazón, en la antigua acepción del término, no se identifica con la inteligencia discursiva con la cual razonamos, ni tampoco con la sensibilidad con la cual nos volvemos hacia el otro, y mucho menos con la afectividad superficial que llamamos sentimentalismo. El corazón se halla en nosotros en un nivel mucho más profundo; es el núcleo más íntimo de nuestro ser, la raíz de nuestra existencia.
En la vida diaria, nuestro corazón, permanece “de ordinario” escondido. Apenas emerge a un nivel consciente. Vivimos, casi cotidianamente, inmersos en nuestros sentidos exteriores, nos perdemos en nuestras impresiones y sentimientos, en todo aquello que nos atrae o se opone a nosotros. Incluso, si queremos vivir a un nivel más profundo de nuestra propia persona, habitualmente nos desviamos hacia lo abstracto: sopesamos, componemos, sacamos conclusiones lógicas, imaginamos. Entre tanto nuestro corazón duerme y no late al ritmo del Espíritu. Con frecuencia, Jesús nos lo ha reprochado: nuestro corazón está ciego, endurecido y cerrado, es lento y perezoso, lleno de tinieblas, se ha embotado en los placeres y preocupaciones.
Volver a encontrar el camino que conduce al propio corazón es la tarea más importante que podamos realizar. En busca de un espacio interior todavía desconocido, el hombre es un peregrino en busca de su corazón, de su ser más profundo. Allí Dios nos encuentra, y solo a partir de allí, podemos nosotros encontrarnos con los demás. Allí Dios nos habla, y partiendo de allí, también nosotros podemos hablar a los demás de Dios. El maravilloso mundo que nos espera en nuestro corazón merece un valioso esfuerzo.
Nuestro corazón duerme y hay que despertarlo progresivamente durante toda la vida. La oración nos ha sido dada hace mucho tiempo, pero raramente se es consciente de eso. Las técnicas de oración no tienen otra finalidad que hacernos conscientes de lo que hemos recibido. La oración brota de la abundancia del corazón, según la expresión evangélica (Mt 12,34; Lc 6,45). La oración nos enseña a vivir de lo que hay dentro, en el interior de nosotros mismos.
Links sugeridos por Hno. Jorge María
Texto en «La Celda» de Hno. Maximiliano María o.c.s.o
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Jesús inicia su predicación diciendo: convertios y creed en el Evangelio. así pues, el própio Cristo nos invita a vivir el Evangelio en cualquier lugar y circunstancia… también en un entorno virtual. cuando pienso en esta Fraternidad Monastica, me aparece la imagen de los primitivos padres y madres del desierto. ellos, vivian solitarios en sus celdas dispersas por el desierto, pero ello no les impedia el encuentro fraterno de donde surgieron los Apotegmas. hoy, el desierto ya no es una más o menos pequeña extensión de terreno y lo que por la distancia no seria posible, este espacio virtual nos permite aquel encuentro fraterno de donde, quien sabe si algun dia tal vez se puedan recopilar algunas experiencias interesantes. el dia a dia debe vivirse en nuestra própia cotidianidad y esta Fratenidad Monástica está tomando la forma de un espacio de encuentro donde compartir aquello que sus miembros esten dispuestos.
Estos dos preciosos vídeos nos ayudan a pensar en la importancia del amor y de la oración.
Los dos son entrevistas de la hermana Cristina Kaufmann, monja carmelita descalza, que falleció en 18 de abril de 2006 en su monasterio de Mataró a los 67 años, víctima de un cáncer.
Cristina Kaufmann nación en Baden (Suiza), y, después de sus estudios universitarios, siente la llamada de Dios y decide ingresar en el Carmelo, pero en España, en la tierra de Santa Teresa de Jesús y, en el mes de marzo de 1964, ingresa en el monasterio de La Inmaculada Concepción de Mataró.
Su lema era «vivir en obsequio a Jesucristo», como reza la regla del Carmelo. Y en el Carmelo se desarrolló como una persona entrañable y fraternal. Solía decir que sus aficiones eran «el diálogo ininterrumpido con Dios, el convivir con las hermanas”. En sus escritos rezuma ser y sentirse «hija de la Iglesia en el Carmelo y, por el Carmelo en Jesús y por Jesús». Es decir, «entrar en el castillo interior y gustar de la presencia de Dios», como decía Teresa de Jesús.
Antes de morir dijo: ‘[…] Os dejo una sola palabra: Dios es amor. Soy muy pobre, me siento pobre, pero tengo a Dios y os doy a Dios'», cuenta la hermana Elena, una monja del monasterio de Mataró.
PAX
el corazón es el órgano del cuerpo que registra el más alto nivel electromagnético comportándose como un agujero negro, contrario a lo que se creía que era el cerebro, por lo que aunque razón y fe se complementen, siempre el «In illo tempore» es en el corazón y en la medida en que podamos conocer ese camino podremos ir y volver, sabiendo que el pensamiento es un hecho y la palabra una sentencia… por lo que practicar la prudencia y obediencia perfecta es imperante para emprender ese camino a lo secreto del corazón.
PAX