La paz del corazón
Meditación VIII
El Señor coloca el bien principal en la contemplación divina y sitúa el bien soberano, no en la acción, por laudable y fecunda que parezca en resultados, sino en la contemplación de El mismo, contemplación que es en verdad simple y pura.
Bastan muy pocas cosas, dice, para la perfecta felicidad. Aquel que va aprovechando en la contemplación, irá elevándose de aquí hasta el único necesario, hasta la visión de sólo Dios, por medio de su gracia.
Y entonces el alma no se nutrirá en adelante de otro alimento que de la hermosura de la contemplación y conocimiento de Dios.
de las Colaciones de Casiano
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Estimad@s en Cristo:
Si lo desean, pueden enviar imágenes que les resulten representativas de vuestro carisma o espiritualidad para ir poniendo en la meditación diaria.
Bien decía ya Santa Teresa de Jesús en el Libro de la Vida (cuya lectura recomiendo) que «esto», es decir, la intimidad con Dios, ES PARA TODOS Y TODAS SIN DISTINCIÓN. Falta CREÉRSELO y DESEAR con todo el corazón hacer la voluntad de Dios en la propia vida. El Señor está deseando que contemos con Él para TODO. Se trata de «vivir en pareja» con Dios se esté en el «estado» que se esté: sea la persona soltera, casada, religiosa, etc. ¿Puede acaso un padre negarle el pan a su hijo?…¿Cómo puede entonces nuestro Padre ponernos «límites» a Su amor si está deseando darse, y lo hace en Su Hijo? Es el Amor, no el esfuerzo ni las «técnicas» o el hacer las cosas «por puños», lo que hace que vivamos esa «alta gracia» que está abierta para todo hombre y toda mujer de buena voluntad. Si de verdad queremos vivir con y según Él, dejémos que Él haga y deshaga libremente, en confianza, en nuestras vidas. Nadie le gana en generosidad a este Dios nuestro cuando ve que el corazón se fía de verdad de Él de esta manera, o lo desea con toda el alma y en ello espera.
Nuestros hechos muestran cuánto progreso hemos hecho en nosotros por la acción de Dios, pero es en los deseos -de vivir para y con el Señor- en donde Él encuentra la principal ayuda en nosotros para poder llevar a cabo nuestra transformación espiritual, de la que procederán luego las buenas obras. Vayan con obra o no esos deseos, es lo más auténtico y verdadero que Dios pone en el fondo de la persona, de forma que, puestos en Sus manos, la realización es sólo Suya.
Y todo esto, mientras vivimos nuestro día a día, en lo cotidiano, buscando tratar bien a los demás – donde Él habita- y obrando con rectitud de corazón. Lo demás, se nos da por añadidura. Nosotros «no vamos»: es Él quien nos lleva, pero a Su manera y tiempo.
«El Señor coloca el bien principal en la contemplación divina y sitúa el bien soberano, no en la acción, por laudable y fecunda que parezca en resultados, sino en la contemplación de El mismo, contemplación que es en verdad simple y pura», comenta Casiano. Y para ello, «bastan muy pocas cosas»…
Para este camino, es recomendable buscar el acompañamiento de una persona experta en el Espíritu (algo que también Santa Teresa recomienda, sobre todo alguien, como dice, «con letras», es decir, con estudios, porque así sabría que no la confundirían).
Así que, ánimo, porque esta «locura de amor» nos espera.
Hermosas acciones, Hermana; camino de LA CONTEMPLACION me encuentro con malboro, cocacola y aire-acondicionado………Sé que cuento con vuestras oraciones y la gracia del Espiritu Santo para vencer tanto apego material
Cómo podemos los laicos en medio de nuestras ocupaciones y preocupaciones cotidianas aspirar a tan alta gracia?
Paso previo: la ascesis del cuerpo y del alma. Me parece que la verdad del enunciado de Casiano, debe ubicarse en la perspectiva de la ascesis del cuerpo, ya que no a todos nos es dado la contemplación mística. Los que estamos en el mundo, en muchos casos debemos conformarnos con pensamientos y acciones libres de rencor y odio.