La paz del corazón
TRATADO DE LA MORADA INTERIOR
Cisterciense anónimo de fines del s. XII (Fragmentos)*
Este tratado constituye uno de los más bellos ejemplos de un verdadero hesichasmo en el monaquismo de occidente. Ofrecemos un extracto de una serie de fragmentos que expone André Louf desde su obra “El Camino Cisterciense” (Verbo Divino, Estela, 2000, pp. 107-115).
En síntesis, “el monje debe entrar en sí mismo, reencontrar su corazón –su conciencia o conocimiento del corazón- para purificarlo y descubrir allí las huellas de la vida de Dios, para fijarse allí en el amor y la contemplación, en un reposo o quies, que nada turbará ya”.
Entra en ti mismo y encuentra la paz
Bienaventurada tu alma si está establecida en la paz de Cristo y fundada en el amor de Dios; si, sufriendo guerra por fuera, no siente turbada su paz interior. Fuera estallan algunos ruidos, pero no interrumpen el silencio de su tranquilidad interior porque, tocada por el gusto de la íntima dulzura del corazón, está recogida por dentro por el deseo que de ella siente. Así, pacificada en sí misma, no deseando nada fuera, el alma reposa enteramente dentro y cuando, por así decir, se recoge para saborear este gozo íntimo y se reforma según la imagen de Dios que venera en sí misma, se celebran en su interior misterios divinos.
No te dejes turbar
Tu alma, vuelta a sí misma, se ve en la desnudez y desolación. Siente entonces un horror y confusión indescriptibles. Conociendo el mal que ha cometido, no puede soportarse; no le es posible descansar en sí misma porque no ama a aquél en quien ella debería estar como en su centro, Dios, su único amigo.
Reúne, pues, en un haz todas las distracciones de tu corazón y todas las fluctuaciones de tu alma y establece en sólo Dios todo tu deseo; que tu corazón se encuentre donde está tu tesoro, tan amable y tan digno de ser buscado. Este amigo celeste entra frecuentemente y habita con delicia en la paz del corazón y en la calma de un espíritu apaciguado: por que él es la Paz. Así, pues, aplícate primero, no te apartes de ti mismo. Acuérdate de las misericordias de Dios para inflamarte en su amor. […]
Ante todo, ejercítate largo tiempo, profundiza en tu propio conocimiento, porque en vano diriges el ojo del corazón para contemplar a Dios si todavía no eres apto para verte a ti mismo. Conoce primero lo que es invisible en tu espíritu, antes de ser capaz de aprender lo que de invisible hay en Dios. […]
Así, entra en ti mismo y dedícate a volver a tu interior y a permanecer allí en cuanto sea posible, recogiendo las divagaciones de tus pensamientos y de tus mis deseos. Cuando te hayas examinado atentamente, cuando te hayas buscado largo tiempo y hayas encontrado lo que en realidad eres, te queda por aprender en la luz divina lo que debes ser, el edificio que debes construir al Señor en tu alma.
Déjate conducir por tu “conciencia”
La conciencia es la ciencia del corazón; se toma en dos sentidos; o la que se conoce a sí misma o la que, conociéndose a sí misma, conoce también otras cosas por sí misma. […]
Cada uno tiene como libro su conciencia; todos los demás están invitados a corregirlo y mejorarlo. […]
Así cuando quieras orar, entra solo en la soledad de tu corazón y con tu espíritu recogido, entero, libre de preocupaciones, entra en la casa de la oración; en presencia de Dios, penetra en los cielos por tu apremiante oración. Descubre tu necesidad, implora su piedad. Debes orar sin interrupción. Feliz el alma que se aplica a recoger y concentrar en un solo punto todas las divagaciones de su espíritu. Cuando oras, llamas a ti al Espíritu Santo. Pero has de saber que la oración la forma el corazón, no los labios: Dios mira el corazón. […]
El Padre espiritual
No hay ciencia más digna que aquella por la que el hombre se conoce a sí mismo. Abandona lo demás, considérate a ti mismo: recórrete a ti mismo y fija en ti tu estancia para llegar aquí al conocimiento de Dios a través del conocimiento que adquirirás de ti. No valora cosa alguna con exactitud el que se ignora a sí mismo, ¿cómo podrás examinar lo que hay dentro o por encima de ti? Entra en ti antes de querer juzgar lo que está por encima de ti. La primera etapa consiste en entrar en ti mismo, entrar en tu corazón, aprender a conocer tu alma. Entonces, mediante el pleno conocimiento de ti mismo, llegarás al conocimiento de cuanto hay en el cielo, sobre la tierra y en los abismos. […]
El Discípulo
Mi Dios ama y busca la soledad. Huiré yo, pues, los consuelos y conversaciones con los hombres para poder llevar en mí al Señor que mora en lo íntimo de mi corazón. Me habituaré a pensar solamente en lo que está sobre mí, amarlo y desearlo a pensar solamente a fin de poder oír cuanto diga allí el Señor Jesús.
Heme aquí dulcísimo Señor, estoy contigo, estoy en mi corazón. Mientras me han ocupado los objetos exteriores, no he podido oír tu voz en mí. Pero ahora, vuelto a mí, he entrado he venido hacia ti para poder oírte y hablar contigo. Habla, pues, Señor Jesús, misericordiosísimo: tu siervo escucha. […]
(*)Fuente de André Louf: De Domo interiori seu de Conscientia, en P. Dion, Oeuvres complètes de saint Bernard, t. VI. Editiond Louis Vivè, Paris 1860, 1-50
Un abrazo fraterno invocando el Santo Nombre.
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Gracias porque este pensamiento me ha llegado en momento de purificacion… me ha parecido la confirmacion del Señor y me anima
precioso…como me ha llegado la reflexión de la Gracia: Si no estoy en ella Señor ponme en ella
y si lo estoy, conservame ahí…para meditarla cada día y nuevas luces llegaran…gracias!
PAZ Y BIEN, QUE IMPORTANTE EL AUTOCONOCIMIENTO PERSONAL PARA PODER DESARROLLA UNA VIDA EN DIOS
con sencillez, pero con mucha audacia uno debe aprender a conocerse, aceptarse y desde alli escuchar a Nuestro Señor…
Gracias y permanezcamos en oración y en formación… Dios les bendiga
sólo puedo decir, gracias.
cuan razon tiene si no entro primero en el conocimiento de mi yo, que no tiene nada de facil, no podre entrar en el conoimiento de Dios.