La paz del corazón
El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada.
Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par.
Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual.
Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos.
Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía.
Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo
(J. Corbon, La gioia del Padre, Magnano 1997).
La vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos.PAZ Y BIEN