La paz del corazón
15 de diciembre 2023 Viernes
La persona se hace cristiana por su conformación con Cristo. La experiencia de la vida de San Pablo es un ejemplo arquetípico de este nuevo engendramiento, de este morir al hombre viejo y nacer al hombre nuevo. Este es también el designio de Dios para con todos los hombres. Tomamos la forma de Cristo cuando vivimos unidos a él con un amor espiritual. Y esto en realidad, ya se está dando en nosotros. No por nuestros méritos, sino por obra de su amor. Cristo vive unido en nosotros a través del amor que Él nos tiene y de nuestra respuesta balbuciente. El amor de Dios es primero, no lo engendramos nosotros, es El quien nos engendra y abre nuestros corazones para que podamos amarlo.
Pero, más allá de lo que podamos entender, ¿cómo vivimos, qué experiencia tenemos, somos conscientes de la realidad de esto en nuestra singularidad? Parece que nos costara abrirnos a lo que Dios ha ido haciendo y va haciendo con nosotros a lo largo de nuestras vidas, pues parece que aún nos encontremos pidiendo lo que en realidad ya se nos ha dado y quizá no terminamos de ver, de creer, de experienciar.
Podemos observar como tenemos en muchos casos una cierta tendencia a posicionarnos ante Dios como pobrecitos menesterosos pidiendo la limosna de su misericordia, de su amor. Es posible que lo hagamos desde lo que creemos que es humildad y con la mejor intención. Pero hay algo extraño, algo que incomoda, y es que parece que hemos olvidado que El ya se nos ha entregado por completo, que la plenitud ya está dada. Pero, en lugar de disfrutarla, celebrarla, agradecerla, la seguimos pidiendo, como si aún no nos hubiéramos enterado de que en El vivimos, nos movemos y existimos. Es como si el pez dentro del océano siguiera mendigando agua. Pudiera ser que, en esta resistencia a reconocer la plenitud, en este no tener en cuenta todo lo que ya nos ha sido dado, quizá haya más de incredulidad que de humildad.
El hombre espiritual es la persona que experimenta su vivir como un continuo don de Dios. Esta persona acoge en su mismo centro y agradece el don maravilloso del Dios creador y vivificador. La acción del Espíritu no es algo mágico, necesita ser captada, acogida con docilidad y también con coherencia en nuestro estilo de vida. Cuando se sabe que todo proviene de Dios, se excluye toda sombra de autosuficiencia o vanagloria. Entonces, este atrevernos de verdad a acoger el Espíritu, a nacer de nuevo, desemboca en alabanza, en acción de gracias. Aprendemos a recibir y acoger su amor, aprendemos a disfrutarlo y a comunicarlo. Cuando simplemente reconocemos todo lo que se nos da, dejamos de vivir mendigando para vivir alabando, confiando nuestra vida en el único que puede darle plenitud en el tiempo y abrirla a una esperanza más allá del tiempo.
Texto aportado por una hermana que participa en la Fraternidad
Enlace de hoy, enviado por el Monasterio de Oseira
Gracias!
Un bello regalo,un impulso hacia la Luz.
En la plenitud y gozo sentidos al leer este texto,agradezco sinceramente el haberlo recibido,ha sido un regalo!
Gracias y un deseo para todos de Bendición en el Amor del Cristo.
Magnífico texto!
Gracias por la aportación. Un magnifico impulso de esperanza para este Adviento y para lo que esta por venir, si Dios lo quiere