Algunos aspectos técnicos

Yo se que ya se ha comentado varias veces sobre la respiración, pero es algo que se me complica. Dime por favor como sería lo más fácil o lo que utilizas tu mismo para entrar en estado de oración.

Bueno. Todo lo que concentra a la mente nos distiende. Atender a algo de manera concentrada es bueno, unifica la atención y la intención, facilita el ir haciéndose dueño de la mente. Uno empieza a utilizarla como herramienta, a ubicarse “detrás de ella” y no tanto a identificarse con sus movimientos.

El caso de la respiración ha sido muy usado históricamente, como sabes, debido a que es algo siempre disponible, en cualquier situación, es una sensación que tenemos siempre a mano como para guiarnos, para anclar la oración.

Desde un punto de vista técnico, la oración de Jesús es el soporte adecuado para concentrar y re-unir a la mente. Y la respiración, una manera accesible de estabilizar el cuerpo y ordenar sus funciones.

Entre aquello que se mira o percibe y uno mismo, existe una distancia que puede ser mayor o menor. Si entre yo y la situación no hay distancia, vivo a merced de lo que ocurre. Permanezco “sometido” a ello, perdiendo mi capacidad de elección.

En cambio, si entre lo que sucede y mi persona hay un tiempo o distancia, si hay algún grado de separación, se me hace posible la reflexión, puedo optar entre alternativas. No soy lo mismo que lo que ocurre, soy alguien que está mirando, para luego actuar.

Insisto, siempre hablándote hoy desde un punto de vista técnico; la respiración y la oración de Jesús, vienen a ser esa distancia mínima necesaria que me posibilita elegir el modo evangélico de actuar.

Porque no se puede en ocasiones, seguir las enseñanzas de Jesús, sino ponemos una actitud de atención hacia lo que vivimos, hacia todo lo que ocurre a nuestro alrededor y que, muchas veces, nos pide respuesta.

Ante lo que ocurre en nuestra vida y en derredor, la primera respuesta puede ser la oración interior del Nombre de Jesús, acompañada de una profundización suave de la respiración.

Es decir: No entrego mi cuerpo y mi mente a la tensión de lo que acontece, sino que los entrego a la oración y a la actitud confiada. Y desde allí contesto, respondo, decido y actúo. O no actúo, que en determinadas circunstancias es una acción muy aconsejable.

La actitud confiada y la respiración profunda van juntas. No es posible una sin la otra.

En la vida cotidiana, recordar la respiración y profundizarla puede ser un modo rápido de volver a encauzar la oración de Jesús. Y eso puede ya poner una distancia entre mí y los sucesos.

Hablándote de los momentos específicos de oración personal, trato de llevar la frase y el Nombre hacia el corazón mediante la inhalación. La efectúo suavemente y hacia la profundidad, como si llenara de aire el corazón.

Y no exhalo de inmediato el aire sino que hago una breve retención, como si degustara el aire inspirado. Y allí no más expulso el aliento libremente, siguiendo esta “salida” del aire con una nueva y distensa repetición de la oración.

De a poco he visto, que el corazón, no como concepto sino como órgano, ha ido haciéndose más presente en el vivir diario. Es una presencia más notable, su latido se ha tornado perceptible y a esto lo veo relacionado con una facilidad creciente para recordar las propias emociones, como si acrecentara la propia sensibilidad.

Esta sensibilidad nueva tiene consecuencias de interés y también que hay que cuidar, cuestiones que espero comentarte pronto.

Te saludo invocando el Santo Nombre de Jesús.

Se recomienda lectura de Génesis 1, 2 

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