One Comment on “Clase 33° – Macario, El Egipcio – 2° Clase”
Resumen enviado por una hermana consagrada desde la clausura:
MACARIO, EL EGIPCIO
Desde nuestra perspectiva humana entendemos “recordar” como una función de la mente, de ahí que confundamos el recuerdo de Dios como un simple pensar momentáneo o circunstancial, lo que nos lleva a quedar en la superficie, superficiales, sin raíz que nos fundamente verdaderamente en Él.
Filocalía nos sitúa en la verdad de este recuerdo, es estar conscientes, atentos a Dios, es la actitud del enamorado, siempre en la mente porque el corazón se mueve en el Amado, todo le lleva a Él y todo se le revela o lo ve novedoso, asombroso, porque el amor no se agota, pero cuando éste está ausente surge la indiferencia, la apatía, la mirada a falta de luz divina no descubre a Dios y este fatal olvido que no advertimos como desastroso en el hecho que nos aparta de la voluntad de Dios y nos va alejando de nuestra condición de hijos de Dios.
Llegar a purificar, santificar el corazón requiere de cuidado y atención a los pensamientos y sentimientos, si consentimos con el pensamiento, luego pueden pasar al corazón y si tiene luego poder en los sentimientos nuestra voluntad queda a merced de actitudes que ejercemos contrarias a la de un seguidor de Cristo, que alejándonos de Él nos torna áridos, fríos indiferentes y separados del fuego imposible arder, esto explica nuestros inconformismos y dificultades en las relaciones que no dejan de manifestarse incluso en la oración.
En realidad, la aridez no es más que fruto de la vida mental que solemos llevar, nos creemos espirituales por ser fieles a ciertas prácticas y esperamos estipendio de obras sin sentido y profundidad.
La vida espiritual es aquella que está bien cimentada, encarnada, es el terreno fértil que nos habla el Señor en el evangelio que da fruto al ciento, cuando se comprende que la virtud no es propiedad adquirida, es la vida de Jesús emanando en mí, “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Filipenses 2, 5). Y los sentimientos del Señor que debemos tener sus discípulos los encontramos en Gálatas 5, 22-23 :(Amor, Alegría, Paz, Paciencia, Amabilidad, Bondad, Fidelidad, Humildad y Dominio de sí mismo). “ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí”. (Gál 2,20) lo que requiere una total entrega y confianza, donde reconozco su soberanía en mí, que Él lo gobierna todo y de nada tengo que preocuparme, es la bienaventuranza de los santos ya desde la tierra donde su gozo y alegría independiente de toda circunstancia procede del espíritu.
Resumen enviado por una hermana consagrada desde la clausura:
MACARIO, EL EGIPCIO
Desde nuestra perspectiva humana entendemos “recordar” como una función de la mente, de ahí que confundamos el recuerdo de Dios como un simple pensar momentáneo o circunstancial, lo que nos lleva a quedar en la superficie, superficiales, sin raíz que nos fundamente verdaderamente en Él.
Filocalía nos sitúa en la verdad de este recuerdo, es estar conscientes, atentos a Dios, es la actitud del enamorado, siempre en la mente porque el corazón se mueve en el Amado, todo le lleva a Él y todo se le revela o lo ve novedoso, asombroso, porque el amor no se agota, pero cuando éste está ausente surge la indiferencia, la apatía, la mirada a falta de luz divina no descubre a Dios y este fatal olvido que no advertimos como desastroso en el hecho que nos aparta de la voluntad de Dios y nos va alejando de nuestra condición de hijos de Dios.
Llegar a purificar, santificar el corazón requiere de cuidado y atención a los pensamientos y sentimientos, si consentimos con el pensamiento, luego pueden pasar al corazón y si tiene luego poder en los sentimientos nuestra voluntad queda a merced de actitudes que ejercemos contrarias a la de un seguidor de Cristo, que alejándonos de Él nos torna áridos, fríos indiferentes y separados del fuego imposible arder, esto explica nuestros inconformismos y dificultades en las relaciones que no dejan de manifestarse incluso en la oración.
En realidad, la aridez no es más que fruto de la vida mental que solemos llevar, nos creemos espirituales por ser fieles a ciertas prácticas y esperamos estipendio de obras sin sentido y profundidad.
La vida espiritual es aquella que está bien cimentada, encarnada, es el terreno fértil que nos habla el Señor en el evangelio que da fruto al ciento, cuando se comprende que la virtud no es propiedad adquirida, es la vida de Jesús emanando en mí, “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Filipenses 2, 5). Y los sentimientos del Señor que debemos tener sus discípulos los encontramos en Gálatas 5, 22-23 :(Amor, Alegría, Paz, Paciencia, Amabilidad, Bondad, Fidelidad, Humildad y Dominio de sí mismo). “ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí”. (Gál 2,20) lo que requiere una total entrega y confianza, donde reconozco su soberanía en mí, que Él lo gobierna todo y de nada tengo que preocuparme, es la bienaventuranza de los santos ya desde la tierra donde su gozo y alegría independiente de toda circunstancia procede del espíritu.