Concentrarse

Nuestra energía es limitada, al igual que nuestra capacidad de hacer. Es preciso aplicar nuestro esfuerzo a unas pocas prioridades, evitando la dispersión de nuestra atención y por tanto de nuestras fuerzas.

Mientras nos encontramos distraídos, llevados en distintas direcciones por los estímulos, perdemos fuerza y posibilidades. La oración de Jesús o la simple repetición del Nombre del Salvador debe ser nuestra primera herramienta de unificación. A través de ella reunimos las fuerzas del alma y las dirigimos hacia aquello que da sentido.

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