La paz del corazón
El bicho entró con mucha fuerza. Pega. Sus golpes no solo atacan el cuerpo, también sacuden la mente. Pero donde pierde su batalla es en mi espíritu. Mi mente clara, lúcida, positiva enciende el buen ánimo que generan mis defensas.
Aislado, físicamente solo, en una habitación con todo sanitizado. Los ángeles que entran a cuidarme vestidos de “astronautas”, porque ellos también deben cuidarse, protegerse, porque aman su vida, deben cuidarla. Pero están allí, sirviéndome., cuidándome, alentándome. Alguien limpia mi habitación, alguien alcanza mi comida, hay quien controla mis parámetros, temperatura, presión. Hay quien guía mi proceso de sanación. Todos están en un altruista acto de amor. Están ahí, por mí. Porque ellos también luchan por mi vida.
Pero el bicho no descansa, sigue pegando. Pienso en mi entrega. La primera, en mi entrega a Dios. Una entrega activa. Abandonado a su santa voluntad, aceptándola cualquiera sea. Pero Él optó por la vida y yo también. Lucho por la vida, porque la vida es la plenitud de mi realización acá. Salir adelante con valentía.
Pero también vivo la entrega abandónica en manos de mis médicos. Confiando en su profesionalismo y en sus personas. Seres buenos de buena voluntad. Pero tengo impotencia. Mi orgullo se ve doblegado al no poder hacer nada. Tan sólo entregarme y esperar confiadamente que hagan lo mejor para salvarme. Ellos son ángeles, cada uno de ellos que arriesgaron su vida por mí. Que arriesgan sus vidas por cada enfermo de covid. Médicos, enfermeros, camilleros, personal de salud, de cocina, de limpieza, administrativo, porteros, todos, todos, están ahí para que yo pueda estar aquí. Yo los he visto, son ángeles en la tierra.
Me siento impotente, frágil, débil, sin nada que poder hacer, sin poder manejar la situación y mi voluntad replegada. Mis decisiones deben esperar, mis proyectos, metas y sueños penden de un hilo. Mi familia envuelta en incertidumbre y angustia, mis amigos, colegas y alumnos rezando y poniendo buenas energías. Mucha gente unida a mi desde la distancia. Yo… entregado.
Entonces, ante mi vulnerabilidad, entiendo eso de “la humildad”. Crecer en la humildad en momentos de debilidad. Estoy recostado, los ojos cerrados, el espíritu abierto, humildemente entregado, creciendo, aceptando, luchando. Vivir, vivir. Porque Él es el camino, la Verdad y la Vida.
Abril 2021.
Escrito por Esteban Pérez, Maestro Tucumano, amigo del blog
Paciente recuperado de Covid.
Gracias Esteban por compartir tu experiencia en el blog. Te mando un abrazo fraterno para vos y tu familia invocando el Santo Nombre de Jesús.
«Crecer en la humildad en momentos de debilidad». Que bueno. Quien sabe si gracias a esa disposición que Dios te da, te has podido recuperar.
Creo lo mismo José, que nuestra disposición ayuda mucho en todo hasta en la salud del cuerpo. Un abrazo fraterno!
Qué bueno Hermano Esteban que la debilidad te haya llevado más al Señor Jesús, al abandono en su Providencia, y que hayas visto como los sanitarios son esos ángeles que acompañan en el camino. Supongo que a quienes se acercan por aquí y tienen ese trabajo les habrán reconfortado tus palabras.
Me alegro de tu recuperación y siga pidiendo al Señor que puedas volver a tus actividades educativas.
Unidos en la invocación del Santo Nombre
Gracias María. Unidos en oración.
Bellisimo, gracias por compartir esta experiencia sanadora.
Gracias hermana. Unidos en oración.