El método de oración hesicasta

– Antes de hablar de la oración del corazón, aprende primero a meditar como la montaña….

– Menos mal, creía que te habías hecho tan estúpido como los guijarros del camino… La meditación hesicasta tiene el enraizamiento, la estabilidad de las montañas, pero su objetivo no es hacer de ti un tocho muerto sino un hombre vivo.

Tomó al joven del brazo y le condujo hasta el fondo del jardín donde, entre las hierbas salvajes, se podían ver algunas flores.

– Ahora ya no se trata de meditar como una montaña estéril. Aprende a meditar como una amapola, aunque no olvides por eso la montaña.

Así fue como el joven aprendió a florecer.

El viejo sonrió:– Ahora, lo que mejor podría hacer sería gemir, pero tú lo tomarías como un signo de santidad; por lo tanto mejor será decirte las cosas con sencillez. Meditar como Jesús recapitula todas las formas de meditación que te he transmitido hasta ahora.

El joven se quedó algunos días más en el monte Athos. La oración de Jesús le llevaba a los abismos, a veces al borde de una cierta «locura». «Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí», podía decir con san Pablo. Delirio de humildad, de intercesión, de deseo de que «todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad». Se hacía amor, se hacía fuego. La zarza ardiente ya no era para él una metáfora sino una realidad: «Ardía pero sin consumirse». Fenómenos extraños de luz visitaban su cuerpo. Algunos decía que le había visto andar sobre el agua o estar inmóvil a treinta centímetros del suelo…

Y le pidió que dejara Athos, que volviera a su casa y que viese allí lo que quedaba de esas bellas meditaciones hesicastas.