El sentido del amor

by Equipo de Hesiquia blog en 14 julio, 2010

El libro de Soloviev sobre El sentido del amor suscitó un gran interés y es conocido por su originalidad: se puede encontrar en él un hilo de unión con la meditación de Crisóstomo. El pensador ruso no se extraña de la división de los sexos sino de que no sea aceptada naturalmente, como en los animales, y de que su ejercicio vaya unido al pudor.

El hombre siente fuertemente el instinto sexual. Su uso se considera bueno, necesario para la conservación del género humano. Entonces ¿por qué avergonzarse de su uso y de los órganos mismos? El pudor acompaña normalmente a los actos contra la conciencia, a lo que no es honesto. No sirve explicar el fenómeno basándose en una tradición secular que podría ser superada con una «educación sexual» más natural.

La Biblia explica el nacimiento del pudor con el pecado, pero sólo genéricamente (cfr. Gen 3,10-11). Soloviev, en primer lugar, hace un análisis psicológico del nacimiento del pudor en cada persona. Su aparición coincide con otro fenómeno típicamente humano: enamorarse, sentir una atracción hacia una persona concreta del otro sexo. Es un período importante en la vida: el descubrimiento de otra persona. El enamoramiento surte el efecto de transformar a los enamorados, que miran al otro con ojos nuevos: lo idealizan.

El dice que ella es la más bella de todas; ella lo considera como el más inteligente. Se prometen que su amor quedará puro por toda la eternidad.La gente se ríe de esas afirmaciones; la vida demuestra que el idealismo de los enamorados, por desgracia, pasa pronto. Pero todos añaden: por desgracia. En el fondo de nuestra conciencia sentimos que así debería ser la normalidad: ver a la otra persona como más digna de aprecio que todo el mundo y tener con ella relaciones eternamente puras.

Los llamados «primeros amores» a menudo pasan y dejan en la mente sólo un nostálgico recuerdo. Pero si duran, la vida pasa al estadio siguiente: el matrimonio. Esto comporta los actos sexuales y el nacimiento de los hijos. Las dos cosas son naturalmente buenas, y, sin embargo, dejan en el subconsciente una desilusión: la relación pura y eterna que los enamorados deseaban se realiza de modo carnal durante algún tiempo.

Los padres viven para ceder su puesto a la generación siguiente, la de sus hijos. El hombre, en el matrimonio, se siente integrado en el ciclo de la naturaleza animal, donde la realidad no puede tener un valor eterno. Este descubrimiento es tan fuerte que el hombre se siente humillado y se avergüenza de los actos que, por su parte, vistos aisladamente, aparecen como naturales.Y en esta situación nace espontáneamente la estima por la virginidad.

Se siente que corresponde precisamente a lo que se deseaba durante el primer amor: relaciones puras y eternas con los otros. Por eso son estimados los que han escogido ese camino. Y quienes viven contentos en el matrimonio sueñan con que alguno de sus descendientes permanezca virgen. Es como si dijesen: en nosotros la evolución no ha llegado todavía a ese estadio, pero eso sucederá con nuestra estirpe.

Así pues, la virginidad coincide con el deseo de eternidad, con el carácter del cristianismo esencialmente escatológico. Cuanto más cristiana es el alma, más siente este deseo. Tiene un efecto transformador y purificador también en la vida de los que viven en matrimonio. Éstos se dan cuenta de que, también en este estado, la atracción carnal debe espiritualizarse progresivamente.

Se puede concluir diciendo que la virginidad es un elemento esencial de la actitud cristiana hacia los otros, aunque su realización es progresiva y, en su esplendor del mundo presente, aparece como un privilegio de algunos, escogidos por Dios.

Extraído de:

“El Camino del Espíritu” de P. Tomas Spidlik

Pag. 53 del Pdf adjunto

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