La paz del corazón
by Equipo de Hesiquia blog en 15 marzo, 2010
La expresión más primitiva de la experiencia religiosa se da en el lenguajesimbólico que toma objetos fenoménicos y los transignifica.Uno de los muchos ejemplos bíblicos puede ser Oseas 14.7-8, que simboliza a Dios como un árbol:“Volverán a habitar bajo mi sombra, y crecerán como el trigo […] Soy como un pinosiempre verde; tu fruto procede de mí”. Las diversas expresiones religiosas abundanen ejemplos de esta índole.
En la mística —sospechamos— se da el fenómeno inverso: la abundancia de símbolos representa para el piadoso místico un imperativo al silencio. La convicción de una cruda realidad: por más que el ser humano se esfuerce en adosarle a la divinidad palabras, símbolos y nombres, ésta siempre se sustrae a sus poderes, a los poderes del conocimiento finito de la criatura.Santiago Kovadloff lo expresa en su análisis del silencio monástico: “Podría afirmarse, entonces, que la fe monástica transfigura al hombre que se sabe ante la imponderabilidad del Todo. Y dígase de paso que el hombre que presume saberlo todo no es, necesariamente, aquel que para todo cree tener explicación, sino aquel que, para todo, asegura que debe haber explicación; aquel, en suma, que sobre estima el poder de sus facultades comprensivas y homologa el campo de lo real sólo a lo que a él le ha sido dado concebir como tal”.
de David A. Roldán
Extraído de: Teología y cultura
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