La mansedumbre

Estimado amigo, te saludo invocando a Cristo.

Tu pregunta tiene sentido, porque no es nada fácil comprender y menos practicar lo que implica la mansedumbre, una virtud del ánimo muy propia del Salvador. Puede ser manso quién está en paz consigo mismo, con los demás y con Dios.La paz consigo mismo resulta del acuerdo interno. Una unificación entre el pensamiento, el sentimiento y la acción. En otros términos: Hago lo que pienso y siento que debo hacer.

Es importante comprender que el conflicto interior se produce cuando hay fuerzas en pugna. Sólo al haber oposición de fuerzas se produce la aflicción, el dolor que nos quita la paz.Esto puedes verificarlo incluso en el infortunio, cuando algo desagradable se abate sobre tu vida. Aumenta el dolor mientras mas te opones y te resistes a aceptar lo que sucede.

El acuerdo interno deriva de la coherencia que des a tu vida. Hay coherencia cuando tus acciones van en una misma línea, cuando siguen un sentido, cuando son guiadas por un propósito único. Es importante atender a que tu acción de hoy no contradiga la de ayer.

El pecado quita la gracia y con ella se va la paz. Porque en cierta forma son lo mismo. La gracia es el estado resultante de mi alineación con la voluntad de Dios. Me pongo acorde a su plan, a su modo, a su intención providencial para conmigo y con todo.Y por supuesto que esto se corresponde con una actitud hacia los demás. No es posible la mansedumbre del ánimo si me siento superior a los demás, si me veo “separado” de mis semejantes. El manso es partícipe, comparte, tiene el corazón abierto.

¿Pero como sembrar la mansedumbre en mi vida de modo que pueda ir creciendo en ella de modo sostenido? No será posible la mansedumbre sin confianza en Dios. El manso lo es antes que nada porque descansa en la Providencia. El sabe que todo depende en última instancia del Creador, de un Dios bueno de infinita misericordia.

La raíz de la mansedumbre es la confianza en Dios. Me fío de Él, dejo en Él los cuidados y no temo. Esto por supuesto no implica pasividad ni negligencia sino acción tranquila, sabiendo que mi afán depende en su resultado del verdadero constructor de la casa. (Salmo 127)

Te prometo profundizar en el tema en un contacto posterior. Ahora te saludo con un abrazo fraterno invocando el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo, fuente de toda paz duradera.

Lecturas recomendadas

1 Corintios 4, 21 –  2 Corintios 10,1 – Gálatas 6,1 –  Colosenses 3,1 al 11 – 1 Pedro 3,4 –  Mateo 11,29

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