Los primeros frutos

Carta 11

Estimado amigo, te saludo invocando el Santo Nombre.

Lo que me preguntas es amplio, porque muchos son los cambios a través de los años durante una práctica sostenida. Sin embargo, te comento algunos que destacan:

– Una paulatina disminución de las necesidades.

Lo que se consideraba imprescindible deja de serlo. Uno encuentra mucha independencia de aquellas cosas que a otros preocupan mucho. Se nota mucho en lo material. Uno se contenta con menos naturalmente. Es que al estar en un buen estado espiritual debido a la tranquilidad que brinda la oración, no se busca el gozo derivado de los objetos, que aunque fugaz, en general es el único que se conoce.

 Un aumento general de la atención y la claridad perceptual que de ello deriva.

Uno puede escuchar a los demás con mucha mayor atención por ejemplo. Esto debido a que no se está tan ensimismado en el “yo”. Este “yo” suma de deseos e insatisfacciones e inquietudes varias hace de velo que oculta lo real.

A veces se ha hablado de la kardiognosía mencionando el conocimiento que los antiguos staretz tenían de los que acudían a conversar con ellos. No sé cómo será eso. Lo que sí sé es que al atender al otro con toda disposición uno percibe cosas evidentes que antes no percibía por la distracción en que se encontraba.

Esta claridad de los sentidos, que parecen “limpiados” por la oración es muy gozosa al percibir la naturaleza por ejemplo. Y uno llega a tener experiencia personal de lo que decía un famoso escritor cartujo: “El contemplativo se extasía ante lo que los demás pasan con indiferencia”. Eso lo expresa muy bien.

En los primeros tiempos de oración intensa una de las sorpresas que tuve fue la percepción de las nubes en el cielo. Yo no podía creer que semejante belleza hubiera estado ante mí tantos años y yo apenas la percibiera. Eran unas nubes novedosas, increíblemente plásticas y deslumbrante maravilla. Empecé a sentarme fuera de la celda para ver ese paisaje de cambio continuo.

Este punto resulta de mucho provecho, porque la existencia de Dios, en cierto modo se hace tan evidente para uno debido al “espectáculo” natural, que vivir junto a Él no resulta una entelequia sino una evidencia. Uno se encuentra en un mundo de maravilla, la bondad de Dios se hace muy elocuente y se agudiza la capacidad de ver a lo que suele llamarse doloroso como el proceso necesario de la conversión.

– Una clara distinción de lo esencial con respecto a lo accesorio.

Uno tiene clara conciencia de lo que es importante en la vida y de lo que no lo es. Se simplifica mucho todo. Dos, tres cosas de relieve y con sentido, no más hay en la vida. Lo demás resulta mampostería intercambiable al modo de los teatros ambulantes. Esto permite concentrar las propias fuerzas en aquello que vale la pena y ahorra tiempo y energía para la contemplación. Espero haber respondido en parte tu inquietud.

Te mando un abrazo, invocando a Jesucristo, fuente de paz verdadera.

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