La paz del corazón
En el templo de tu interior, debe resonar el Santo Nombre y hacerse ecos sucesivos.
Lo nombras suave, lo nombras fuerte, lo gimes, lo gritas, tu corazón debe ponerse al mando de la oración y desnudarse a través del nombre de Jesucristo.
Bien firme el cuerpo ante el icono en tu celda o ante el sagrario en la capilla, puedes comenzar atendiendo a tu respiración, a como se calma lentamente luego del ajetreo del que vienes.
Sin querer casi escucharás latidos sordos, rumores de la sangre que viene y va dando vida a tu cuerpo.
Allí debe empezar a resonar la repetición continua del nombre de Cristo.
Lo importante aquí es que el que repita sea tu corazón y me refiero a que tu emoción lo llame y no tu deber, tu intelecto o la obligación que te has impuesto.
El nombre del Señor ha de decirse con el corazón en la mano, con el dolor o la alegría que padeces…
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