Religiosam vitam

Por Equipo de Hesiquia blog

Honorio, obispo, siervo de los siervos de Dios, a los amados hijos Domingo, prior de San Román de Toulouse, y a sus frailes tanto presentes como venideros, profesos en la vida regular, a perpetuidad.

Conviene que a los que han elegido la vida religiosa se les dé la protección y amparo apostólico, no sea que la incursión temeraria de algunos o los aparte de su propósito regular de portarse como religiosos o debilite, Dios no lo quiera, la ener gía o vigor de la sagrada religión.

Atendiendo a esto, amados hijos en el Señor, Nos asen timos con clemencia a vuestras justas súplicas y recibimos bajo la protección de san Pedro y nuestra la iglesia de San Román, en la que estáis entregados totalmente al servicio divino y lo corroboramos con el privilegio del presente escrito.

Y en primer lugar ciertamente establecemos que la Orden Canonical, que está allí instituida según Dios y según la Re gla de San Agustín, se mantenga y guarde en el mismo lugar en todos los tiempos de manera inviolable.

Mandarnos, además, que se conserven firmes y en su inte gridad en favor vuestro y de vuestros sucesores, todas las po sesiones o cualquiera de los bienes que dicha iglesia posee en la actualidad justa y canónicamente, y del mismo modo los que en el futuro podáis recibir bien sea a través de conce siones pontificias, bien sea de donaciones de los reyes o de los príncipes, o de las oblaciones de los fieles o de cualquier otro justo modo. Y entre ellos, Nos queremos hacer mención ex presa: del lugar donde está asentada la susodicha iglesia con todas sus pertenencias, de la iglesia de Prulla con sus perte nencias, de la villa de Casseneuil con todas sus pertenencias y de la iglesia de Santa María de Lescure, con todas su perte nencias, del hospital llamado Arnaud‑Bernard, con sus perte nencias, de la iglesia de la Santísima Trinidad de Loubens, con sus pertenencias, y los diezmos concedidos a vosotros piadosa y providamente, por el venerable hermano nuestro Fulco, obispo de Toulouse, con el consentimiento de su capítulo, conforme se contiene en sus letras de una manera plena.

Nadie presuma exigir de vosotros o quitar a la fuerza diezmos de los frutos nuevos de vuestros huertos, cultivados con vuestras propias manos y a vuestra costa, ni de los pastos de vuestros animales.

Os está permitido ciertamente recibir clérigos y laicos li bres y sin obligación que, huyendo del mundo, desean ingre sar en la vida religiosa y también retenerlos entre vosotros sin ninguna contradicción.

Prohibimos, además, que ninguno de vuestros frailes, hecha la profesión en vuestra iglesia, se atreva a dejar vuestro grupo sin licencia de su prior, a no ser que se trate de ingre sar en una religión más austera. Nadie, sin embargo, se atreva a retener al que se separa de vosotros sin la previsión de vuestras letras dimisorias.

En las iglesias parroquiales que tenéis os está permitido elegir sacerdotes y presentarlos al obispo diocesano, y si son considerados idóneos el obispo les encomendará el cuidado de las almas, para que éstas respondan ante él de las cosas espirituales y ante vosotros de las temporales.

Establecemos además que nadie pueda imponer nuevas e injustas exacciones o contribuciones a vuestra iglesia o pro mulgar sobre vosotros o la mencionada iglesia sentencias de excomunión o entredicho, a no ser que se dé una causa razonable y manifiesta. Cuando se diere un entredicho general, se os permite celebrar los divinos oficios a puerta cerrada, sin tocar las campanas y en voz baja, pero están excluidos los exco mulgados y los sujetos al entredicho.

Pero el crisma, el óleo sagrado, la consagración de los al tares o de las basílicas, las ordenaciones de los clérigos promovidos a las órdenes sagradas, los recibiréis del obispo dio cesano, si éste fuere ciertamente católico y tuviere la comu nión y gracia de la Sede Romana, y si quisiere ofrecérosla sin malicia alguna. De lo contrario, tenéis licencia para acudir cuando quisiereis a cualquier obispo católico que tenga la gracia y comunión de la Sede Apostólica y éste os dará lo que se le pide contando ya con nuestra autoridad.

Determinamos también que sea libre la sepultura en dicho lugar, a fin de que nadie ponga obstáculos a quienes hayan resuelto ser allí enterrados, movidos por devoción o lo haya expresado en su última voluntad. No se podrán enterrar allí los excomulgados o sujetos a entredicho.

A tu muerte ahora prior de dicho lugar o a la muerte de tus sucesores, nadie sea nombrado superior antepuesta cual quier clase de astucia o violencia a no ser que sea la persona que los frailes, de común acuerdo o al menos con el consenti miento de la mayoría o de la parte más sana, hayan elegido según Dios y según la Regla de san Agustín.

Confirmamos también las libertades e inmunidades antiguas y las costumbres razonables concedidas a vuestra iglesia y observadas hasta hoy; las tenemos como buenas y sancio namos que deben observarse en su integridad en todos los tiempos.

Decretamos que nadie, sea la persona que fuere, se per mita perturbar la susodicha iglesia de modo temerario o se atreva a usurpar sus posesiones o retener lo usurpado, a me noscabarlas o a fatigarlas con cualquier clase de gravámenes o vejaciones. Se conservarán todas estas cosas en su integridad entre aquellos a quienes fueron concedidas para su gobierno o sustento y dadas para su uso, pero se tendrán en cuenta la autoridad apostólica o la justicia según el derecho canónico del obispo.

Si, pues, en lo venidero alguna persona, eclesiástica o se glar teniendo conocimiento de esta página de nuestra consti tución, atentara temerariamente contra la misma, amonestada segunda y tercera vez, a no ser que corrigiere su delito de manera satisfactoria, incurrirá en la pérdida de su potestad y de su honor, se reconocerá reo del juicio divino y se hace digno de ser privado del sacratísimo cuerpo y sangre de Dios y de nuestro Señor y Redentor Jesucristo y está sujeta al castigo en el último juicio.

La paz de nuestro Señor Jesucristo sea, pues, para todos los que guarden los derechos del susodicho lugar, y perciban ya en la tierra el fruto de la buena acción y ante el juez supremo hallen los premios de la paz eterna. Amén. Amén. Amén.

Adiós.

Mantened, Señor, mis pasos en tus caminos [Salmo 16,5].

Honorio Papa III.

Extraído de:

BULA “RELIGIOSAM VITAM” DE CONFIRMACIÓN DE LA ORDEN DE PREDICADORES