Sobre un retiro solitario

«Se ha recibido una consulta de una persona que se retirará algunos días, para practicar de manera intensiva la oración de Jesús en soledad. El intento es el de afianzar el hábito, de compenetrarse profundamente con la oración del corazón, un poco a la manera de lo descripto en el libro “Relatos de un peregrino ruso”. ¿Podría usted aportar algo?«

Una cuestión importante antes de hacer esfuerzos particulares o intensivos es recordar el papel ineludible de la gracia, de aquella voluntad de Dios que se manifiesta como don del Espíritu en el propio corazón. Sabemos que si Él no construye la casa en vano nos afanamos.

Por eso es muy bueno esto de crear las condiciones específicas que favorecen la escucha de la oración en el corazón. Está muy bien el retirarse a un ámbito silencioso, el pasar varios días concentrados solo en la búsqueda de la raíz de la oración de Jesús; pero teniendo en cuenta que quizás no suceda nada especial, quitarse expectativas respecto a lo que se vivirá, porque eso no depende enteramente de nosotros.

Somos todos muy diferentes y por eso hay modos diversos de acercarse a la hesiquía que brinda la repetición del Nombre. Hay personas que cuentan las oraciones, otros que buscan no la cantidad sino la calidad, en cuanto a la devoción con que la realizan; algunos caminan otros permanecen quietos, hay quienes se ayudan con lo respiratorio y los que olvidan por completo el cuerpo al orar.

Personalmente recomiendo “permanecer en actitud de oración” e ir haciendo variaciones mínimas que permitan un equilibrio corporal. Si tengo varios días de retiro, apartado de lo cotidiano, empezaría la jornada con una larga caminata, concentrando la atención en la repetición consciente de la frase elegida, mientras permanezco disfrutando del entorno natural.

Que mientras mi mirada se ocupa de la creación y la naturaleza, mi mente repita la oración. Haría esto suavemente, con el cuerpo distenso, caminando como con un viejo amigo muy conocido, sin prisas ni ansiedades.

Esto facilita que posteriormente se permanezca en oración de quietud, en la habitación. Luego de cierta fatiga el cuerpo gusta de estarse quieto y entonces nos molesta menos con sus prisas. Allí, en la quietud, dividiría la atención entre la oración y la ocasional concentración en la respiración, intentando que esta conciencia de que el aire entra y sale del cuerpo, se produzca junto al gozo que este alimento permite.

Respirar y mirar cuando son acompañados de conciencia de la existencia, son un modo de conectar con la actitud orante. La oración de Jesús, puede ser el fondo desde el cual se mira y se respira. En los momentos destinados a la alimentación y la higiene o a la limpieza del cuarto y otros menesteres, pondría el énfasis en la lentitud y pulcritud en todos los movimientos. Todo apuro es enemigo de la oración y de la correcta acción. Entonces, mientras hago esas cuestiones, acompaño la conciencia del movimiento con la repetición mental del Nombre de Jesucristo.

Al irse a dormir, dejarse ir hacia el sueño repitiendo con calma la oración y podría ser útil, tratar de sentir el órgano del corazón, ir acompañando el serenamiento de su ritmo hasta el sueño profundo y tranquilo. En suma, iría produciendo variaciones entre quietud y movimientos tranquilos y haría fluctuar la atención entre la oración de Jesús y los distintos sentidos, particularmente la vista, el oído y el tacto respiratorio.

Podría ser útil andar con un cuadernito para anotar lo más destacado que pudiera surgir como comprensiones o mociones particulares, que en el futuro inmerso en lo cotidiano, suelen ser de utilidad. Pero si tuviera que dejar de lado toda recomendación y se me apremiara para que diera solo una, diría que lo mejor es ir al retiro con amor. Que esos días sean una ofrenda para con Aquél que amamos, un acto de ponerse a la escucha, de abrirse a lo que pudiera acontecer en el reino del corazón, ese lugar tan cercano, monasterio íntimo, celda interior silenciosa habitada por lo sagrado.

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