El primer monje

Icono de San Pablo de Rublev

(viene de «El Monje Interior»)

Sabes que se ha dicho y más de una vez, que Adán fue el primer monje. ¿Y como no? Está muy bien dicho, porque el primer hombre vivía en una naturaleza esencial, en plena inocencia; esto es sin malicia, sin doblez, sin fines egoístas y desde ese estado escuchaba los pasos del Señor, convivía con Él. (Cuando novicios, nos reíamos con un amigo, diciendo que el hombre fue hecho seglar y que luego de probar el fruto del conocimiento del bien y del mal, se hizo monje)

Pero muy bien, eso dice la Sagrada Escritura y son muchas las enseñanzas que de ella pueden extraerse, incluso en esta primera parte del Génesis. Pero yo voy a contarte la historia del primer monje después de la caída, luego del pecado original, en un tiempo en que los hombres no vivían ya el vínculo sagrado con la naturaleza, en donde esta les pesaba, tanto en su cuerpo como fuera de el, se le hizo difícil vivir al hombre, el sufrimiento empezó a ser parte de su vida porque se había desconectado de su origen, dejó de ser auténticamente hombre.

Esta breve historia para ilustrar, dice que estaba un hombre primitivo, un cavernícola haciendo lo que hacía todo cavernícola, es decir que estaba cazando o comiendo o durmiendo o procreando y luego de vuelta cazando o comiendo… y lo demás. Y de repente un día, este primitivo vivió la experiencia interior del asombro. Vivió la inimitable e incomparable experiencia del maravillarse.

Iba caminando un día por ahí, en busca de presa y cansado, se sentó a la sombra. Y junto al árbol, apoyada levemente en la base de su tronco, vio una flor. Y sin desearlo y sin saber porqué, se dio cuenta que moraba en ella increíble geometría. No miró la flor sino que la contempló. La observó con asombro, maravillándose, quedó pasmado.

Un sentimiento nuevo estaba sintiendo junto a la sorpresa y al asombro, algo que miles de años después definirían los estudiosos como… reverencia. Este cavernícola sintió reverencia.

Y quedó trastornado, distinto, en su tribu empezaron a notarlo raro. Para colmo, este hombre antiguo no sabía explicar las cosas como hacemos ahora, que empezamos a clasificar y a categorizar y todo eso que nos tranquiliza ante lo nuevo, aunque nos aleja de la pureza de corazón.

Así que esta historia continúa unos días después, con este antepasado nuestro que volvía a vivir algo inusitado, siempre iniciándose con el asombro, con la maravilla como puerta de ingreso a la vivencia extraordinaria.

Era de noche y había perdido el rumbo, no acertaba a volver al desfiladero que lo introducía en la senda de regreso a su hogar… y levantó la vista y vio las estrellas, por primera vez. Y, como con la flor, siempre las había visto, pero lo habitual le mutaba en extraordinario y no sabía porque ni se lo preguntaba, le sucedía y lo conmocionaba.

Quedó tieso, shockeado por las estrellas, pero mas que por ellas por el espacio. Lo golpeó la percepción del espacio y no como categoría sino como inmensidad de la existencia inconcebible. Quedó deslumbrado por la inmensidad y al mismo tiempo por su propia presencia minúscula en medio de el.

Como te imaginarás, se sintió mucho mas extraño todavía entre los suyos, tenía la mirada ida y empezó a perder eficacia e interés en las actividades del grupo. Al poco tiempo, ya no era buen cazador, ni buen procreador y hasta comía menos y dormía solo de a ratos. Porque le siguieron pasando estas cosas inauditas.

A veces se ponía a respirar voluntariamente y se sorprendía de ese entrar y salir de esa sustancia invisible en su cuerpo;  y otra vez, junto al arroyo, escuchó el ruido del agua y la sintió muy bella y fue como música para él.

Fenómeno tras fenómeno, de maravilla en maravilla, fue creciendo en él como cultivado por invisible mano, una profunda y genuina extrañeza. Así fue que se quedó aislado del grupo un día, mientras permanecía distraídamente absorto en las hormigas y su discurrir. Este hombre primitivo, perplejo y confuso se quedó solo.

Fue entonces cuando colmado de paradojal ignorancia se postró en tierra balbuceando una alabanza. No sabía lo que era alabar ni a quién iba dirigida, no tenía en su mente los nombres y las formas que hoy tenemos, pero tenía la mas pura y honda reverencia.

Y ya no encontró otra actitud que mas le conviniera a su sentir y así fue en él restablecido el Edén, cuando ya no quiso sino alabar.

Porque le cesó todo yugo y al desear solo enaltecer ese sentimiento, encontró que en realidad estaba todo dispuesto para el hombre. Porque entonces pudo comer con muy poco y todo lo hallaba al alcance de sus manos y bebía de salutíferos manantiales y dormía en cuevas abrigadas con hierba.

Este primitivo hizo de la quietud su divisa y de la forma en que miraba oración. De a poco todo se le transformó en elemento de adoración y todos sus gestos fueron traspasados de amor. Este hombre fue el primer monje…

Algo interesante de esta historia, redactada con cándida simplicidad, es que podría recrearse en nosotros cada día. Estamos rodeados de maravillas y cada una es un gesto de Dios. Todo esta rebosando del Señor. Esta en la tierra que pisamos y en el cielo que miramos y en el aire que respiramos y en nuestro corazón latiendo y en el perro aquel y en los ojos de todo hermano. No hay hierba que no esté llena de Dios.

Yo sé que a quién no ha vivido el nacimiento de esta particular reverencia en su corazón se le dificulta compartir la vivencia, porque las cosas que describo le resultan comunes, sin demasiada gracia, porque sus apetencias están en otras cosas y estos deseos dificultan alcanzar el estado de percepción necesario. Lo entiendo.

Por eso, quiero responder a tu amigo; como llevar al corazón cotidiano a esta vivencia de la Presencia del Señor. Como ver en todo a Jesucristo, como advertir su corazón manso en medio del tumulto y la competencia y el desenfreno y la voracidad.

Yo no soy quién, pero te voy a dar lo que me parece un método adecuado para aquél que sintiéndose llamado a vida de oración y a vida de recogimiento, se encuentre en medio del mar de la vida y no sepa como profundizar esa experiencia. Y hay muchos caminos y métodos y esta muy bueno, porque esta diversidad sirve a gente diversa.

(Continua en Reverencia y Sagrada presencia)

elsantonombre.org

Desde la ermita

 

One Comment on “El primer monje

  1. Gracias muchas gracias hermanos!

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