La paz del corazón
… Entregarte a los demas sin esperar nada a cambio solo es posible cuando has sido plenamente recibido. Cada vez que descubres que esperas algo a cambio de lo que has dado o te desilusionas cuando no se te retribuye nada, vas tomando conciencia de que aun no has sido plenamente recibido.
Únicamente cuando te sabes incondicionalmente amado (es decir, plenamente recibido) por Dios, puedes dar en forma gratuita. Dar sin esperar nada a cambio es confiar en que todas tus necesidades seran cubiertas por Aquel que te ama incondicionalmente. Es confiar en que no necesitas proteger tu propia seguridad, sino que puedes entregarte completamente al servicio de los demas.
La fe es, precisamente, confiar en que tu, que das en forma gratuita, recibirás en forma gratuita, pero no necesariamente de la persona a quien te entregaste. El riesgo radica en que te entregues a los demás con la ilusión de que ellos te recibirán plenamente. Pronto te sentiras como si los demás se estuvieran alejando con partes tuyas.
No puedes entregarte a los demas si no eres dueño de ti mismo, y solo puedes ser verdaderamente dueño de ti mismo cuando se te ha recibido plenamente en un amor incondicional. Gran parte del dar y recibir tiene una característica violenta, porque quienes dan y quienes reciben actúan mas desde la necesidad que desde la confianza.
Lo que parece generosidad es en realidad manipulación, lo que parece amor es en verdad un grito en busca de afecto o apoyo. Cuando te sepas plenamente amado, podras dar de acuerdo con la capacidad de recibir del otro, y podrás recibir de acuerdo con la capacidad de dar del otro. Estarás agradecido por lo que se te de, sin aferrarte a ello, y dichoso porlo que puedas dar, sin jactarte de ello. Seras una persona libre, libre para amar.
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Te preguntas si es bueno compartir tus esfuerzos con los demás, especialmente con quienes estas llamado a atender. Se te hace difícil no mencionar tus propios dolores y penas ante aquellos a quienes estas tratando de ayudar. Sientes que lo que pertenece al corazon de tu humanidad no tendria que ocultarse; quieres ser un compañero de viaje y no un guía distante.
La pregunta fundamental es: “¿ Eres dueño de tu dolor?” Mientras no seas dueño de tu dolor (es decir, mientras no integres tu dolor a tu manera de estar en el mundo), existe el peligro de que uses al otro para buscar la sanación para ti mismo.
Cuando les hablas a los demás del dolor sin ser del todo dueño de el, esperas de ellos algo que no pueden dar. Como resultado de ello, te sentirás frustrado, y aquellos a quienes querías ayudar se sentirán confundidos, desilusionados o, inclusive, mas sobrecargados.
Pero, cuando eres del todo dueño de tu dolor y no esperas de aquellos a quienes atiendes que lo alivien, puedes hablar de el con verdadera libertad. Entonces, compartir tus esfuerzos se puede transformar en un servicio; entonces, tu apertura puede ofrecer a los demás coraje y esperanza. Para que puedas compartir tus esfuerzos como un servicio, tambien es esencial que tengas a quienes recurrir con tus propias necesidades.
Siempre precisarás gente confiable ante la cual puedas desplegar tu corazón. Siempre necesitarás gente que no te necesite, sino que pueda recibirte y hacerte volver a ti mismo. Siempre necesitarás gente que pueda ayudarte a ser dueño de tu dolor y a afirmar tus esfuerzos.
Así, la pregunta central de tu misión es: “¿ Está el compartir mis esfuerzos al servicio de quien busca mi ayuda?”. Esta pregunta unicamente se puede responder en forma afirmativa cuando uno verdaderamente es dueño de su dolor y no espera nada de aquellos que buscan su ayuda.
Aportado por Hna. Angela de Jesús Resucitado de Frat. Mon. Virtual
Extraído de «La voz interior del amor»
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Creo que mi Amado Señor, viendo mi debilidad, me ha colocado en un sitio en el que es muy difícil hablarle al que estoy sirviendo, de mi propio dolor. De esta manera me ayuda a darme un poco más allá de mi egoismo. La atmósfera que envuelve esos momentos de servicio es la alegría profunda de saber que «Él me amó primero», y he sido perdonada por los meritos de Su Pasión y Muerte.
Dios bendiga a la hermana Ángela de Jesús Resucitado
Creo que, como muy bien explica Henri Nouwen, para amar de manera auténtica hemos de sentirnos previamente muy amados, de manera incondicional, como sólo Dios Padre puede hacerlo.
No hay amor humano que pueda sustituir el amor Divino. No hay amor humano que supla nuestras carencias. No hay amor humano que llene nuestro vacío.
Si buscamos en otros lo que sólo en Dios podemos encontrar, corremos los peligros de los que nos habla Nouwen: sentirnos utilizados, despreciados, abandonados; en definitiva, más necesitados todavía.
El amor humano es un amor para compartir y crecer juntos, pero la Fuente en la que saciarnos es Dios.
Recomiento el librito «Tú eres mi Amado» de Henri Nouwen, pequeño en tamaño y grande en contenido.
Un abrazo.
“¿ Eres dueño de tu dolor?” Mientras no seas dueño de tu dolor (es decir, mientras no integres tu dolor a tu manera de estar en el mundo), existe el peligro de que uses al otro para buscar la sanación para ti mismo. » En el pasado, traté infructuosamente de ayudar a dos miembros de mi familia que se encontraban en una situación muy, muy difícil ( y siguen estándolo), pero, después de leer esto, puede que lo que realmente estuviera buscando fuera mi propia sanación. Nunca lo había visto desde ese punto de vista.
A mí me ocurre que a veces doy y aunque a cambio me den «bofetones», no me molesta. Lo vivo con paz y no experimento ninguna decepción porque conozco la naturaleza humana y sé también de lo que yo misma soy capaz. Otras veces, por el contrario, busco el afecto de los otros con mis supuestos desprendimientos. De todos modos, creo que cada vez me voy alejando más de esta segunda pauta de comportamiento, lo que no implica que no caiga de vez en cuando en él.
Interesante post.