La paz del corazón
…
Fue esta observación la que precipitó la confesión de Roberto.
Contó al Abad todo lo que lo había atraído hacia Saint Pierre. Cómo había admirado a los monjes y su modo de ejercer la caridad durante aquellos tres espantosos años de hambre, plagas y muerte; cómo les había envidiado la oportunidad de glorificar a dios; y cómo había resuelto, finalmente, llevar la caballería al claustro.
Relató qué era lo que lo llevó a interpretar la regla en la forma en que él lo hacía, vivida como la vivió Benito, con perfecta valentía. Cuando el novicio le contó , con voz vibrante de entusiasmo, su ansia por rivalizar con la generosidad del Calvario, Dom Bernardo llevó la mano hacia la frente para ocultar las lágrimas que asomaron a sus ojos.
Entonces Roberto vaciló, pues no deseaba herir a ese hombre bondadoso, señalando las discrepancias que había observado entre la regla y la práctica. El Abad lo animó diciendo: _ Habla, hijo. Quiero saber lo que piensas.
Roberto lo contempló durante un instante, y luego, en tono casi suplicante, le preguntó: _Reverendo Padre, la práctica original de la Regla ¿no sería un obsequio mas generoso a Dios? ¿No sería más noble vivir la simplicidad de Monte Cassino, con su soledad, su duro trabajo manual, su completo alejamiento del mundo, que vivir la vida que llevamos en Saint Pierre?
El abad comprendió que el muchacho hablaba con profunda seriedad. Reflexionó un momento, pensando en la relativa comodidad en que vivían tanto él como su comunidad. El se había llamado alguna vez «ocio para amar a Dios»; veía ahora que era ocio, y que se podía amar a Dios sin eso. Fue una gran decisión para él. Inclinando la cabeza lentamente, dijo _Sí hijo, tienes razón. Creo que sería más noble.
Esa fue la frase que decidió el destino de Roberto…
…Cuando hubo logrado atraer la atención de su auditorio por entero, cambió el tono y les habló de la luz que había desbordado su alma desde los tiempos de su noviciado, señalándoles las discrepancias que existían entre la letra de la Regla y su práctica. Les dijo que un fuego ardía en él por vivir en forma mas generosa la vida monástica, por ser caballero de Dios, siguiendo estrictamente su observancia…
…Insistió en que las dos únicas saetas que se necesitaban para traspasar las nubes y hacer caer una lluvia de misericordia, eran las saetas de la oración y de la penitencia. Instó a que hubiera, en el coro, mas corazón y más cabeza, aunque fuera a costa de menos voz. _Eso hará que Dios recuerde_ les dijo; y les pidió que se contentaran con las vestimentas que sientan a los hombres pobres y que no se quejaran de la comida prescrita por San Benito.
…Permitidme que os diga que esas mitigaciones en la alimentación, en los vestidos, en el trabajo manual, sientan mal a aquellos que han afeitado sus cabezas para que el mundo entero pueda reconocerlos como esclavos de Jesucristo.
Extraído de «Tres Monjes rebeldes»
de Fray M. Raymond, OCSO
_ La leyenda del Císter _ Primera época.
Ed. difusión, 1947, Bs. As.
Links de hoy:
Las cartas de San Antonio Abad
Esteban, Alberico y Roberto, tres ejemplos de hombres ardientes en celo por la verdadera vida evangelica que hoy debe motivar al pueblo cristiano a reavivar y a arder, como pedia su padre a Esteban, por el reino de los cielos. Este libro lo lei en el yermo camaldulense de la santa cruz,y si alguien cnooce un sito donde lo pueda descargar se lo agradeceria por que vale la pena retomarlo. DIOS los bendiga abundantemente
Me pregunto si habrá algun@ monja-e que no haya leido y disfrutado con este libro.
Ojalá tuvieramos algo de su rebeldía, falta nos hace en estos tiempos tan aburguesados que vivimos.
Gracias por la entrada.