La paz del corazón
En una conferencia que intentaba describir una imagen del alma femenina que correspondiera a su determinación eterna se mencionaban los siguientes atributos: amplia, tranquila, vacía de sí misma, cálida y luminosa. Simultáneamente se planteaba la pregunta de cómo se puede llegar a la posesión de tales cualidades.
Sin duda alguna no se trata de una multitud de caracteres que hayan de ser tomados en cuenta o elaborados individualmente, más bien se refieren a un estado general del alma que, en esos atributos concretos, es contemplada desde diversos puntos de vista.
Ese estado no puede ser elaborado voluntariamente, sino que tiene que ser reproducido por la gracia. Lo que nosotros podemos y tenemos que hacer es: abrirnos a la gracia. Eso significa renunciar totalmente a nuestra propia voluntad, para entregarnos totalmente a la voluntad divina, poniendo nuestra alma, dispuesta a recibirle y a dejarse modelar por El, en las manos de Dios. Este es el contexto primario que nos permite vaciarnos de nosotros mismos y alcanzar un estado de paz interior.
Nuestra interioridad se ve colmada por propia naturaleza de muy diversas maneras y hasta tal punto, que una cosa empuja a la otra y todas ellas mantienen el alma en un movimiento constante; a menudo incluso en conflicto y perturbación.
Las obligaciones y preocupaciones del día se acumulan en nuestro entorno en el momento mismo de despertarnos por la mañana, si es que no interrumpieron ya la tranquilidad de la noche. En esos momentos se plantean ya cuestiones tan incómodas como estas: ¡Cómo puedo sobrellevar tantas cosas en un sólo día? ¿Cuándo podré hacer esto o aquello? ¿Cómo puedo solucionar tal o cual problema? Parece que quisiéramos lanzarnos agitadamente o precipitarnos sobre los acontecimientos del día, para poder tomar las riendas en las manos y decir: ¡Hecho!
Pero lo realmente importante es no dejarse turbar en ese momento. Mi primera hora en la mañana le pertenece al Señor. Hoy quiero ocuparme de las obras que el Señor quiere encomendarme y El me dará la fuerza para realizarlas. De esa manera quiero subir al altar del Señor. Aquí no está en juego mi propia persona o mis cuestiones personales, pequeñas y sin importancia, aquí se trata de la gran ofrenda expiatoria.
Yo puedo participar de ella para purificarme y llenarme de alegría y para ofrecerme en el altar con todas mis obras y mis sufrimientos. Y cuando recibo luego al Señor en la comunión puedo preguntarle: Señor, ¿qué quieres de mí? En ese momento me decido a realizar aquello que, después de un diálogo silencioso con Dios, considero que es mi próxima empresa.
Una profunda paz inundará mi corazón, y mi alma se vaciará de todo aquello que pretendía perturbarla y sobre cargarla, si comienzo con mis tareas cotidianas después de la celebración matinal de la eucaristía; y, a la vez, será ella colmada de santa alegría, de valentía y de fortaleza. Sus horizontes se agrandan y amplían, porque ella salió de sí misma para entrar en la vida divina.
El amor arde en ella como una llama suave que ha encendido al Señor y la incita a expresar ese amor y a transmitirlo a los otros. “Flammescat igne caritas, accendat ardor proximos”. Y con toda claridad contempla ella el próximo pedacito de camino que tiene por delante; ella no puede ver muy lejos, pero sabe que cuando haya alcanzado el punto que ahora limita el horizonte, se le abrirá un panorama totalmente nuevo.
Y ahora comienza la tarea cotidiana. Quizá cuatro o cinco horas seguidas de trabajo en la escuela. Eso significa constante concentración en una cosa y cada hora una distinta. En esta o en aquella hora de clase no se puede alcanzar lo que se pretendía, o quizá en ninguna. El propio cansancio, las interrupciones imprevistas, las deficiencias de los alumnos, el desánimo, las insurrecciones, los temores.
O bien en la oficina: contacto con un jefe o colegas desagradables, pretensiones irrealizables, acusaciones injustas, miseria humana y necesidades de todo tipo. Hasta que llega el mediodía. Cansados y agotados volvemos a casa donde posiblemente nos esperan nuevos conflictos y tribulaciones.
¿Dónde queda la frescura matinal del alma? De nuevo quisiera explotar y precipitarse; desánimo, disgusto, arrepentimiento. Y, a pesar de todo, ¡queda todavía tanto por hacer hasta la tarde! ¿Es que tenemos que comenzar inmediatamente? No, por lo menos no antes de haber encontrado un momento de tranquilidad.
Cada una debe conocerse lo suficientemente a sí misma como para saber dónde y cómo puede encontrar sus momentos de tranquilidad. Lo mejor, si es posible, es desahogarse un momento frente al tabernáculo y volcar allí todas nuestras preocupaciones. –quien no pueda hacerlo, porque quizá necesita un poco de serenidad física, puede tomarse un respiro en la propia habitación_.
Y si esa tranquilidad exterior no fuera de ninguna manera posible, si no se tiene ningún lugar en el que uno pueda retirarse un momento y si las obligaciones apremiantes nos privan de una hora de tranquilidad, entonces deberíamos por lo menos por un momento cerrarnos a todas las otras preocupaciones para poder remontarnos al Señor. El está siempre allí presente y puede darnos en un instante todo lo que necesitamos.
Así se desarrollará el resto del día, quizá con mucho mas cansancio y fatiga, pero en paz. Y cuando llega la noche y la revisión del día nos muestra que muchas de nuestras obras fueron fragmentarias y otras, que también nos habíamos propuesto, quedaron sin hacer y se despierte en nosotros una suerte de vergüenza y arrepentimiento, en ese momento habremos de tomar las cosas tal cual son, hemos de ponerlas en las manos de Dios y abandonarlas a El. De esa manera se puede descansar en El. para, después de recuperarnos verdaderamente, comenzar el nuevo día como si fuera una nueva vida.
Esta es sólo una pequeña indicación de cómo podríamos organizar nuestro día para dar lugar en nuestra vida a la gracia de Dios. Cada una en particular sabe cómo puede aplicar estos consejos de la mejor manera a su propia vida.
Ahora sólo resta mostrar cómo el domingo ha de convertirse en una gran puerta, a través de la cual la vida eterna puede penetrar en nuestra vida diaria, para darnos fuerzas en el trabajo de toda la semana; y cómo las grandes fiestas, los tiempos solemnes y los de penitencia, vividos en espíritu eclesial, proporcionan a las personas, año tras año, la paz eterna del “sabbat”.
Una importante tarea de cada una en particular consistirá en pensar cómo podrá ella organizar su plan diario y anual, según sus propias aptitudes y circunstancias existenciales, para preparar los caminos del Señor. La distribución externa de las actividades tendrá que ser distinta para cada una, y también con el correr del tiempo tendrá que adaptarse elásticamente al cambio de las circunstancias.
Además, la situación anímica es diversa en las distintas personas. Y no todos los medios aptos para establecer una relación con el Eterno o para mantenerla viva o revivificarla (meditación, lectura espiritual, participación en la liturgia, devociones populares) son igualmente fructíferos para cada una en particular y en diversas circunstancias.
La meditación, por ejemplo, no puede ser ejercitada siempre por todos y de la misma manera. Es muy importante encontrar lo más efectivo para cada una y aprovecharse de ello.
(Extraído del Libro: Los Caminos del Silencio interior. Edith Stein. (Teresa Benedicta de la Cruz) Editorial BONUM, 1991. Maipú, 1006 – BUENOS AIRES. Págs. 87-92)
paz y bien a mis hermanos les pido oracion por mi hermano que tiene retinopatia diabetica y tiene el ojo comprometido
Queridos hermanos en Cristo! De nuevo estoy aquí, en la web-blog de nuestra Fraternidad. Hasta ahora me era difícil entrar pero espero hacerlo más a menudo.
Soy Xavier de la Cruz, el Hermano Liturgo de la Fraternidad. Cada noche me encargo de colgar en Face el Oficio Divino 🙂
Recibid un fuerte abrazo en Cristo!
Xavier de la Cruz
Hermano Xavier, Dios te bendiga por ese servicio… gracias y seguimos en comunión, bendiciones!
Por favor me podrían explicar que significa que mi comentario está pendiente de moderación?
Gracias
Si estimada Hermana, «pendiente de moderación» quiere decir que alguien revisará su comentario antes de ser publicado.
En general, publicamos todo lo que se comenta sin alterarlo, pero mantenemos un resguardo por si llegan insultos o agravios a personas o faltas de respeto a Dios, los santos o la Iglesia. Casi que no han llegado nunca esos comentarios, pero en ese caso los borraría el moderador antes que se publiquen.
Un saludo en Cristo y María.
Es interesante este artículo. A veces se me dificulta encontrar el momento para la meditación, creo que la mejor hora en mi caso es por la noche.
En la mañana rezo Laudes y eso me pone en paz con el Señor, aunque es cierto que debo hacer un alto durante el día para tranquilizarme y el único refugio es mi recámara u oficina.
Gracias y que Dios nos bendiga.
muy interesante esta lectura, tratare de conseguir el libro, muchas gracias!!
Muy buena la entrada. Gracias. Hace tiempo leí este libro y me hizo mucho bien, al igual que ahora volver sobre ello. Es una forma estupenda la que se propone para conseguir la paz y el contacto con el Señor.
Un abrazo.