Acto de fe

S.S. Benedicto XVI junto al Patriarca Ortodoxo Bartolomeo I

Fragmentos:

Pero para ponerse realmente en el camino de la gracia, no basta el conocimiento intelectual. Es necesaria la ascesis, es decir, el movimiento interior de la voluntad:

El hombre debe combatir interiormente para recibir en sí la gracia y la fuerza de Dios. Este movimiento, de parte del hombre, es decir, su lucha interior, recorre tres grados:

Primeramente, el hombre debe probar la aversión por el mal, sentir y reconocer el mal como pecado.

En segundo lugar, el hombre debe hacer un esfuerzo interior para alejar de sí el mal y separarse del mismo.

En tercer lugar, consciente de que no podría salvarse del mal con las propias fuerzas, debe volverse a la ayuda divina.

Y así, para recibir la gracia, se pide al hombre: la aversión al mal moral como pecado, el esfuerzo por iberarse del mismo y la conversión a Dios.

Y así la barrera que lo separa del bien existente, es decir de Dios, es la voluntad del hombre. Pero en virtud de esa misma voluntad, el hombre puede decidirse a no actuar de acuerdo consigo mismo o con el mundo, a no comportarse según su voluntad y la voluntad del mundo.

El hombre puede decidir: no quiero según mi voluntad. Esta renuncia a sí mismo o conversión de la voluntad es su mas grande triunfo. Porque allí el hombre mismo se niega libremente, con su voluntad renuncia a su propia voluntad.

La fe en Dios, siendo una secreta relación recíproca entre la divinidad misma y el alma humana, exige una directa participación de la voluntad humana.

Sin la voluntad, el hombre no puede creer en Dios. Si no queremos creer no creeremos…

Creer en Dios significa reconocer que el bien del que da testimonio nuestra conciencia, que buscamos en nuestra vida pero que no nos da ni la naturaleza ni nuestra razón, esté bien, sin embargo, ES, existe aun por fuera de nuestra naturaleza y nuestra razón, es algo que existe en sí.

Sin esta fe, seríamos inducidos a admitir que el bien es solo una sensación engañosa o una fantasía arbitraria de la mente humana, es decir, que en realidad no existe del todo.

Pero moralmente no podemos admitir esto, porque nosotros mismos, como seres morales, y toda nuestra vida, tienen un significado solo mediante la fe en el bien real, es decir, en el bien como verdad.

Cuando hayamos probado en el corazón la aversión contra el mal que domina el mundo y nos domina, cuando nos hayamos esforzado por combatir este mal y por experiencia nos hayamos convencido de la incapacidad de nuestra buena voluntad, entonces surge para nosotros la necesidad moral de buscar otra voluntad tal que no solo nos quiera bien, sino que posea la fuerza del bien y por ende nos la pueda comunicar también a nosotros.

Tal voluntad existe, y antes de que la descubramos, ella ya nos ha encontrado. Ella se revela a sí misma a nuestra alma con la fe y nos une a sí en la oración.

Abandonándose a Él en la fe, se une con Él por la oración. Por eso el primer acto de la fe, en la que Dios actúa junto con el hombre, es la oración.

Extraído de:

«Los fundamentos espirituales de la vida»

de Vladimir Soloviev

Pags. 52 a 57 – Ed. San Pablo – 2006 – Bogotá

Links de hoy:

del Cardenal Biffi

Reseña

Asociacion española Vladimir Soloviev

Fe y razon

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