La paz del corazón
Bueno, nos sentamos aquí para conversar tranquilos, temas de interés espiritual. Temas importantes para nuestra propia vida que deben ser desmenuzados, analizados con la paciencia del caso, para llegar a una comprensión profunda que nos permita superar aquellos obstáculos que nos impiden el avance.
En esto no va el apuro. Lo que no se comprende no se supera. Y aunque la gracia es capaz de transformarnos íntegramente, la continuidad del cambio necesita de nuestra adhesión incondicional. Esa continuidad, requiere que estemos unidos en nuestro interior y con propósito claro.
«Quisiera que comenzáramos esta serie de conversaciones con lo que has llamado siempre el tema central. Eso que tú defines como la carencia básica, de que por eso salimos a buscar afuera lo que no encontramos dentro.«
Bueno. Al asunto lo veo de este modo: En todo momento las personas estamos teniendo una sensación. No hay un momento en el que no estemos sintiendo una sensación.
Por supuesto, como es obvio, esto se siente en el cuerpo. No es posible tener una sensación sino es en el cuerpo. Y aun cuando sientas algo mental, esto también se siente en el cuerpo, por ejemplo en la zona de la cabeza. Esto que parece tan básico, no siempre lo tenemos claro.
Los seres humanos sentimos de continuo y es gracias a estas sensaciones que podemos ir sabiendo lo que nos ocurre. Sentimos que tenemos hambre, o que nos estamos equivocando en algo, o que estamos confusos o que deseamos tal cosa… y todo eso lo podemos saber gracias a que sentimos, a que el cuerpo nos da señales, indicadores.
El punto es que si mi sensación vital es negativa, estaré siempre como lanzado en la búsqueda para modificar esa sensación. Sea de manera consciente o no, siempre estaré buscando compensar esa angustia o esa ansiedad o aquel temor o cualquier tipo de insatisfacción de la que se trate.
Al no estar plenos salimos a buscar esa plenitud y eso está muy bien. El tema es… ¿Dónde salimos a buscarla? ¿Fuera de nosotros o en nosotros mismos?
Por lo general cuando nos dicen que busquemos la solución dentro ya nos desencatamos, porque en la memoria tenemos malos recuerdos de eso.
Vamos hacia el silencio o hacia el propio interior y encontramos vacío o angustia, no la plenitud. Esto de que el reino de Dios está en nosotros lo tenemos como teoría pero en realidad no lo encontramos.
Aquel que vive en sí mismo la experiencia de Dios en el corazón, o si quieres, la experiencia de la paz interior y de la alegría no dependiente, actuará hacia las personas y hacia el mundo en general, brindando eso que tiene, saliendo creativamente fuera de sí mismo, en una apertura de ayuda y de intercambio fructífero.
En cambio cuando uno no tiene esa experiencia viva en sí mismo, tiende a actuar para compensarse. Actúa en función de sí, tratando de obtener algo a través de todo lo que hace y no por el hacer mismo. Es como si se mendigara una sensación placentera en todo lo que se vive, se actúa por indigencia interior.
Si la paz espiritual se hace estable comenzamos a actuar de otra manera y no compulsivamente para obtener esto o aquello. Ya no tenemos que tapar la angustia o la inquietud. La realidad actual muestra que la mayoría de las personas vivimos sumidas en un frenesí de consumo, queriendo adquirir la sensación que los objetos nos brindan transitoriamente y no una vida con sentido y significado.
Este consumo, puede darse con cosas que se compran o con personas con las cuales nos relacionamos en búsqueda del placer, como si el otro fuera también un objeto a partir del cual obtengo gratificación.
El principal problema es que esto es de nunca acabar, porque la felicidad que se obtiene por lo de afuera es fugaz e inestable. No es plenitud la que se consigue mediante una situación determinada.
¿Qué queda de esa felicidad apenas cambia la situación? Y entonces nos ponemos a luchar para recrear lo obtenido que hemos perdido, una y otra vez. Buscamos la solución por el camino equivocado.
La experiencia de la paz interior estable es posible, más allá de las variaciones que las circunstancias nos impongan. No se trata de detener la movilidad permanente de lo que ocurre, sino de tener un centro de contacto con la divina presencia en el propio corazón, que nos permita desde ese lugar, sortear los cambios, las crisis y los infortunios con serena alegría.
Insisto, el problema es que nos sentimos según lo que va ocurriendo y eso es una esclavitud terrible. Pero podemos liberarnos de esa sujeción, es posible vivir junto a Cristo en todas las actividades y por lo tanto junto a la mansedumbre y el contento que Su presencia aporta…
(Continúa…)
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¿Cuál es el medio para romper esa búsqueda constante de uno mismo? Hasta ahora lo poco que he experimentado de desapego ha sido por sufrimientos, golpes diversos de la vida, que en el fondo no son voluntariamente provocados. ¿Cuál es el medio que nos libera? Gracias por sus comentarios
pues querido hermano, yo creo que la paciencia con uno mismo, la eliminacion de los pensamientos que nos agobian,saberse perdonar a uno mismo, no hay nada que debamos sufrir interiormente si nuestra vida es mas o menos normal, caer y levantarse de nuevo y decir al señor «de mi no te libras, aunque peque, aunque no soy nada, de mi no te libras» y la fe.
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