Tomad y comed.

La partición del pan es el gesto en el que la tradición cristiana reconoce la actualización de Jesús. Sobrepasados pero sintiéndonos convocados una y otra vez, seguimos celebrándolo dos mil años después con la esperanza de ser configurados por él. Cristo nos viene a buscar en donde estamos.

En el marco de la pascua judía Jesús introduce un gesto profético hechos de tres verbos; tomar, partir, repartir.

Tomar el pan implica asumirse y aceptar la propia vida. Cada cual debe hacer suya la porción de existencia que le ha sido confiada. El pan contiene costra y miga, dureza y blandura, todo un rico relieve hecho de barrancos y frondosas espesuras, cascadas y tarteras, abismos y cimas. Hemos de hacer nuestra la existencia continuamente. No podemos delegarla a otros. Debemos trabajar nuestra parte, apostarla. SE nos confía una porción que es puesta en nuestras manos, como se dice en la parábola de los talentos (Mt. 25, 14 – 30).  Este tomar no es un arrebatar: “Dio gracias y lo bendijo”.

Partir. Un pan sin partir queda encerrado y aislado, se reseca y acaba haciéndose incomible. Somos para darnos. Tal es nuestra razón de existir: refluir desde nuestro ser hacia los demás. Pero partirse nos es dividirse. En cada trozo sigue habiendo la misma calidad de pan, tal como Cristo está plenamente en cada fragmento.

Repartir.  El darse expande el ser, lo irradia y perpetúa más allá de sí mismo. La fractura de la partición alcanza a los demás haciendo que uno ya no viva en sí mismo para sí mismo ni para sí mismo, sino en, para y hacia los otros, convirtiendose en energía para otras vidas. Así Jesús; su cuerpo –el pan se convierte en nuestro cuerpo y él ya no está fuera, sino dentro. Lo mismo el vino-sangre: la copa existe para contener y para verter. De allí procede la sangre de la nueva alianza, la sangre del perdón que nos libera de quedar retenidos en nosotros mismos.

La sangre derramada es la vida entregada si retener nada. Existencia vertida, ofrecida por el Hijo a través del cual se está dando la Fuente que lo origina. El Cordero se ofrece para evitar que haya otras víctimas. Su inocencia nos embriaga despertando el anhelo de vivir sin dañar a nadie.

Participar de la Eucaristía implica adentrarse en este dinamismo que se va profundizando a medida que se participa en él. Y así se va dando una doble transubstaciación: la del pan y el vino en Cuerpo y sangre de Cristo y la de nosotros, depredadores, en pan y copas de donación. Es Pascua.

Javier Melloni – El Cristo Interior. Barcelona: Herder, 2010.

9 Comments on “Tomad y comed.

  1. Creo que en eso se vé el grado de compromiso con Jesús: en hacerse Eucaristía y a eso creo que se llega siendo docil al Espíritu .

  2. Buenas noches,Por favor ,necesito que me informen cuàl es la contraseña para ingresar
    al retiro virtual, y demàs temas protegidos.
    La ùltima contraseña era xxx
    Gracias,
    saludos Cordiales
    Susana

      • Ah Hermana María, ya estoy en contacto con María Susana y respondiendo sus dudas, olvidé avisarle a Ud. Le deseo una pascua profunda en el corazón.

      • Gracias, hermano Mario. En casa apenas tengo internet, flaca y con mucha concurrencia, de los 4 a los 73 anos. Nascen sabiendo de esto.

  3. Me ha ayudado mucho esta reflexión a pensar en la vida de Jesús en mi vida mediocre.

  4. A mí en lo personal estas palabras me cuestionan muchísimo, porque no he podido pasar aún del rito a la vida; del olvido de mí mismo a la entrega y a la donación a través de una vida servicio al Señor en los hermanos.

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