Abbá: el Padre de Jesús.

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Existe entre la fe de Israel y lo que Jesús nos revela del Padre una diferencia decisiva: que él, el Nazareno, es el Hijo eterno, que nos hace una sola cosa con él y nos enseña a ser hijos. Ninguno puede en verdad ser «hijo» si no en él. Todo «rechazo del Padre» no será superado plenamente sino encontrándolo a él. Jesús, en efecto, nos ha hecho partícipes de su misma condición filial: por esto nos pone en nuestra boca el Padre nuestro, la oración de los hijos, y nos da su Espíritu que grita en nosotros la palabra que más que cualquier otra expresa el amor filial: ¡»Abbá, Padre!» Rm 8,15 y Ga 4,6. La percepción que el cristiano tiene del misterio del Padre no es expresable en palabras, se apoya en la percepción que de Él tiene Jesucristo como Hijo, y es confiada a la gracia del Espíritu santo. Este misterio del Padre va, por lo tanto, más allá de todo pensamiento y concepto, no puede ser contenido en palabras, está siempre «mas allá». Todo lo que nos ha sido dado captar parte siempre de la palabra de Jesús: ¡Abbá!

Jesús pronuncia esta palabra también en su agonía, mientras está próxima la suprema entrega de sí que hará en la hora de la cruz: «Llegaron a un huerto llamado Getsemaní, y el dijo a sus discípulos: Siéntense aquí mientras yo oro». Tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan y comenzó a sentir miedo y angustia. Jesús les dijo: «Mi alma está triste hasta la muerte. Quédense aquí y vigilen». Después, yendo más adelante, se postró en tierra y oraba que, si fuese posible, pasase esta hora. Y decía ¡»Abbá, Padre!. ¡Todo te es posible, aleja de mí este cáliz! Pero que no se haga mi voluntad sino la tuya»»( Mc 14,32-36). En su dolorosísima agonía Jesús nos enseña a ser hijos: lo hace ante todo asumiendo sobre sí la angustia que el corazón experimenta ante la muerte. Jesús no dirige esta angustia contra el Padre, como haciéndolo culpable de haberle dado aquella vida que ahora se precipita hacia el abismo. El Padre no es la contraparte hacia quien lanzar el rencor del rechazo; es, en cambio, el confidente a quien dirigir la extrema invocación, confiando sin reservas en su designio, por más oscuro y misterioso que sea. La palabra de la confianza y de la ternura, el apelativo de «Abbá» que en hebreo expresaba en el lenguaje cotidiano una relación de confianza con el propio padre terreno, es ahora la expresión de la experiencia filial que Jesús vive y de la cual nos hace partícipes más allá de cualquier posibilidad nuestra.

El se confía a Dios aún en la hora del aparente abandono por parte de Dios: entrega su alma en las manos del Padre aún en el momento en el cual la oscuridad cubre toda la tierra y el velo del templo se desgarrará por el medio: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). El hecho de que tales palabras sean una cita del Salmo 31,6 evidencia una vez más la continuidad entre la figura del Padre a quien Jesús se dirige y el Padre de la fe de Israel, pero al mismo tiempo el hecho de ser pronunciadas por él, el Hijo único hecho hombre, les da un sabor y una potencia nuevos.

Gracias al Hijo también nosotros podemos hacer nuestras aquellas palabras y transformar la angustia en abandono, el rechazo en confianza liberadora. Jesús ha habitado en la oscuridad de la angustia y en lo tenebroso de la muerte para que nosotros pudiésemos vivir la vida y la muerte en el abandono al Dios fiel. El Padre que parece abandonarnos como lo ha hecho con su Hijo – ¿»Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?» (Mc 15,34) – acoge en realidad nuestro abandono, como ha acogido aquel del Crucificado muriente, entregado por nosotros.

La buena nueva que la Cruz anuncia es que el Hijo ha compartido hasta el fondo nuestra condición de seres mortales, débiles, angustiados y que ahora somos hijos en el Hijo, que tenemos un Padre que está en el cielo y que no deja nunca de amar con ternura fiel a sus hijos peregrinos hacia El.

El descubrimiento práctico de Dios como Padre se produce, por lo tanto, para nosotros en Jesucristo: sólo él nos lo revela en plenitud. Tal descubrimiento nos lleva a pensar y a sentir a Dios no sólo como altísimo dominador y Señor sino a la vez como acogedor benévolo, atento a cada pequeñísimo paso mío, accesible, providente, perdonador. La mención Padre no quita, en efecto, el sentido de los otros nombres como Dios y Señor con todo lo que estos nombres significan de poder creador, de fundamento primero y fin último de todo; más bien da a estos atributos la connotación de benevolencia, ternura, perdón, perseverancia en el amor etc.

Texto completo en

«ME LEVANTARÉ E IRÉ A MI PADRE». Retorno al Padre de todos. Carta pastoral 1998-1999 . Cardenal MARTINI, arzobispo de Milán

8 Comments on “Abbá: el Padre de Jesús.

  1. IMPREIONANTE, JUSTO EN EL MOMENTO HISTORICO QUE ME TOCA VIVIR

  2. .» Jesús ha habitado en la oscuridad de la angustia y en lo tenebroso de la muerte para que nosotros pudiésemos vivir la vida y la muerte en el abandono al Dios fiel..» que podamos testimoniar siempre la esperanza cristiana que nace en un Fe sencilla, sin excluidos, bienaventurada…

  3. Gracias, Senior, pués, por médio de Jesus, Su Hijo, somos hechos hijos de adopçion. E, hijos de adopçion, son hijos, non de sangre, péro de alma, del corazon. Esto nos deste, por Tuya Misericórdia: la Redençion e la alma de hijos, en el Corazon del Padre. Abbá Padre, amém.

  4. gracias por todos los textos están muy hermosos.
    Jesús le pide al padre siempre por nosotros le dice padre que sean uno como tu y yo somos uno
    Yo en ellos y tu en mí, esa unidad que tiene Jesús con el padre, es la misma que quiere Jesús para mí,desde ya, en el cielo todos están unidos a la voluntad del padre, entonces nosotros no tenemos que esperar para llegar allá y estar unidos si no desde ya, eso es lo que quiere Jesús.
    Jesús nos quiere unidos desde ahora, en este tiempo de cuaresma volver a vivir con Jesús y convertirnos a él
    Gracias hnas

  5. Hno Horacio de Jesús Crucificado FMV

    «Muéstranos al Padre». Pregunta humana que lleva en si el germen de la duda. Nuestra incapacidad nos lleva a querer ver aquello que no podemos ver, ni comprender. El Padre existe. Así nos la ha dicho Cristo: «Quien me ve a mi. ve al Padre». «El Padre está en mi y yo estoy en el Padre. El Padre y yo somos Uno.» Oh mi buen Jesús, quiero estar siempre a tu lado para poder estar igualmente al lado del Padre. Señor, en esta santa cuaresma del 2012, quiero vivir contigo el memorial de tu pasión, crucifixión y muerte.

  6. gracias estimados hermano por este comaprtir noo se que decir sólo que el señor me ayude a vivir abandonado en sus mano que sólo ÉL sabe lo que necesitamos unidos en oración

    • No iremos con el padre si nos toca estar en el infierno, pero si nos toca el purgatorio pues hasta que estemos purificados saldremos de ahí y veremos al padre, pero hermana hay que trabajar desde ya para podernos ganar el purgatorio, allí tenemos esperanza de estar cerca.
      pero si nos ganamos el infierno ya perdimos toda esperanza
      hermana maría que piensa usted
      o tal vez estoy equivocada
      hermana carmen soy de México y en mí tiene una hermana virtual.
      Saludos

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