La paz del corazón
… en general, puedes organizar tu vida atendiendo a tres planos diferentes, como si fueran distintas amplitudes de foco para mirar la realidad. Y a estas tres miradas, saberlas abarcadas por Dios tratando de consagrar a Él tus actividades en cada uno de esos aspectos. Por una parte tienes tu ascesis personal, esa serie de pautas o intenciones con las que vas orientándote en tu proceso espiritual; en ese camino mediante el cual vas abriendo tu corazón a la gracia.
Una cierta regla de oración, ciertos estudios y lecturas, una estructura de moderación que vaya aligerando la mente y el cuerpo, para que no se opongan a las mociones que recibe el corazón. Esa es tu tarea estrictamente personal, aquella colaboración de tu voluntad a la acción de la gracia. Es el mejor ejercicio posible de tu margen de libertad: Hacer crecer en ti el deseo de unión con Dios.
Pero como sabemos por el mandamiento principal (Mt. 22, 36-40) no basta con amar a Dios, sino que es preciso que ese fuego interior se dirija hacia los demás, hacia nuestro prójimo, particularmente hacia quienes nos rodean más cercanamente. Es allí, en ese ámbito de las relaciones humanas, donde nos damos cuenta claramente si nos vamos dejando moldear por la voluntad divina. Toda la ascesis personal pierde su valor si no se traduce en la conducta de todos los días.
Este aspecto lo puedes evaluar con unos pocos criterios también: No juzgar, no mentir, ejercer la caridad en cuanto sea posible. Es está búsqueda constante de tratar a los demás como queremos ser tratados… (Mt. 7, 12) Es el cable a tierra, la relación con los demás nos permite escapar del engaño hacia nosotros mismos. Perdonar, no albergar odio en el corazón por nadie, estar en paz con todos… a veces no le damos la importancia suficiente. Rezamos con frecuencia el Padre Nuestro y sin embargo al poco rato nos sorprendemos criticando a alguien…
Y finalmente, el tercer punto al que puedes atender en tu examen de conciencia, es lo que podríamos llamar el apostolado. Es esa acción de tipo más global que puedo realizar. Algunos la realizan en el ámbito parroquial, otros en alguna causa solidaria en lo social, puede ser difusión, evangelización… aquí hay una amplia gama de tareas para cada quién según la vocación y preferencia personal. Es una acción diferente a la que realizo con mis próximos inmediatos, es un servicio a la Iglesia, a la comunidad mayor de la cual formo parte. Es tu papel en el cuerpo místico de Cristo.
Habrá más o menos posibilidades de hacer esto, según la circunstancia particular en que cada uno se encuentre, sin embargo es bueno no obviar este aspecto, sin el cual la vida espiritual no encuentra su plenitud. Hasta los eremitas del desierto de los primeros siglos, efectuaban labores manuales que destinaban a los necesitados… Hemos de atender a esto, porque la falta del aspecto eclesial en nuestra acción puede estar mostrándonos una falta de humildad. Como si creyéramos que nos resulta posible mejorarnos solos sin necesidad nadie.
Es una ideología individualista que nos estimula cada día, que impera en la sociedad desacralizada actual y que en ocasiones se nos infiltra por desatención. Me convierto en el centro del universo y entonces solo importa lo que me gusta, lo que me parece bien, lo que considero… Te insisto, aun aquél que ha sido llamado a una vida solitaria puede dar espacio en su vida a la dimensión social. Será «trenzando esteras» para donar, o mediante alguna mínima acción que termine en otros a la que se sienta inclinado…
¿Pero aquellos llamados exclusivamente a la contemplación y a la oración solitaria por caso? ¿La oración por los demás no vale para cubrir este aspecto? Claro que la oración por los demás tiene un gran valor, e incluso la propia elevación espiritual sirve al mundo en sentido amplio; pero es conveniente este «cable a tierra» que te digo. Algún forma mínima aunque sea intermediada, de apostolado tangible. Porque el otro, el de la oración, va de suyo con la vocación aludida y se supone. (Lc. 17, 9-10)
Es muy fácil caer en cierto hedonismo individualista, donde uno se termina creyendo la gran cosa y lo que sucede es que vive preso de su mezquindad. Pero volviendo al tema central y para terminar, puedes considerar en tu examen de conciencia o en la evaluación periódica que haces de tu ascesis estos tres planos de acción:
El primero sería el tema de tu desarrollo personal, tu ascesis particular, que básicamente consiste en seguir unas pautas a modo de regla de vida, que incluya la oración, el estudio y la búsqueda de cierto equilibrio en tu cuerpo y en tu mente. Cierta sobriedad que genere una progresiva libertad de aquello que nos tiene sumidos en la inercia; un ir aligerando el «peso de nuestras pasiones» por llamarlo de algún modo.
El segundo aspecto se refiere a lo relacional, al trato que tengo con mi prójimo en el cotidiano, en eso de todos los días. Son actitudes y cuestiones quizás pequeñas, pero que nos van mostrando si el evangelio va arraigando en mi. Porque si no tengo amor nada soy. (1 Cor. 13, 3). Y la tercera faceta es una expresión de esto mismo, de la regla de oro, pero de forma más amplia, global, donde me reconozco parte de un cuerpo mayor y donde busco servir a ese proceso general en el que estoy incluido.
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¡ Qué bien me hacen estas reflexiones y comentarios! Gracias!
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En mi caso la oracion tiene tanta importancia que si no me «interno» en ella no podria hacer mi voluntariado en hospital, que lo he recomenzado a traves de la pastoral de salud.
Sin Jesus nada podemos..
Gracias y bendiciones a todos los hermanos/as
Muy buena la reflexiòn.aclara la senda evangèlica que debe seguir toda verdadera espiritualidad para no convertirse en evasiòn…..Es para recordar siempre èsto de los «tres planos de la ascesis»….Gracias,
Gracias por tan buena entrada.
Pienso que «Marta y María», siempre deben de ir juntas. No debemos olvidar que la caridad es una virtud átoma, es decir indivisible, con el mismo amor que amamos a Dios, con ese mismo, amamos a los demás. Si de verdad amamos a los otros no vale sólo pedir por ellos, hay que demostrar, aunque sea con cosas muy sencillas, el amor hacia ellos. No hacen falta grandes apostolados, que a la vez no son los propios en según qué género de vida contemplativa, pero el amor hacia el que tengo más próximo nunca debe faltar. Si no se puede caer en un falso misticismo que no puede contribuir a nada bueno.