La paz del corazón
«(…) El día que, efetivamente tengamos tanto amor a Dios que no podamos con él, entonces ese día no nos hará falta pedir al Señor que nos lleve. El nos llevará sin que nosotros le digamos nada. Mientras tanto, en los momentos de desaliento, claro, es muy justo que viendo nuestra miseria, viendo esta alma que quiere ser de Dios y no puede con el lastre del mundo que lleva, viendo este corazón sufrir con el amor de Dios y a veces con elde las criaturas, viéndonos aún en este cuerpo y en esta vida, lanzamos con toda el alma a gritos, «¿hasta cuando, Señor, me has de ocultar tu rostro?» Pero luego viene la serenidad, la paz, la intensa paz de Cristo, en la que vemos que cuando Dios aún nos tiene aquí…, no sé, pero es porque Él quiere algo más de nostros. Nuestra misión aún no está cumplida, tenemos que esperar, y tenemos que esperar con fe, con paciencia y, sobre todo, con alegría, ya lo creo, con verdadera alegría; El lo quiere así.
Mira, a veces siento santa alegría de vivir. ¡¿Sabes por qué?: porque vivo para Dios y en Dios. Cuando siento pena es cuando le ofendo, o no le correspondo: entonces al ver mi miseria, si que desearía que el Señor me llevase.
[Carta nº 6 a sus tíos de Avila]
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Señor Jesús, hijo único de Dios, ten compasión de mi que soy un pecador. Señor, dame la fortaleza para esperar ese día en el cual vendrás por mi para llevarme a gozar de la eterna presencia del Dios Trinitario de los católicos. Señor vive siempre en mi, para yo vivir en Ti, mi Dios Hijo, amoroso y misericordioso. Señor, llena con tu cuerpo, sangre y divinidad, mi alma, para vivir uh anticipo de esa vida eterna que me tienes prometida. Señor, no permitas que me aparte de Ti. Señor, ten misericordia de este pobre pecador. Acude en mi auxilio cuando te llame, no te hagas esperar, pero Señor, que no se haga según lo pido, sino tu voluntad. Señor, quiero «vivir en Dios y para Dios».