Queridos hermanos, escuchemos juntos esta tarde a Jesús, que nos dice: “Que no tiemble vuestro corazón, tan sólo creed en mi”. Dejemos que su Palabra resuene en lo más íntimo de nuestro ser y cure nuestras heridas. Él nos conoce más que nosotros mismos y no se enoja por nuestra debilidad. Sabe cuánto nos cuesta rendirnos a su voluntad y dejarle a Él las riendas de nuestra vida. Nos cuesta creer, aunque muchas veces no seamos capaces de reconocerlo. Nuestro Señor sabe que somos “igualitos” que los primeros discípulos y apóstoles: le traicionamos, salimos huyendo, estamos decepcionados. Por eso, esta tarde necesitamos escuchar de nuevo: ¡Cristo ha Resucitado, Aleluya!, para contestar nosotros: ¡Verdaderamente ha Resucitado, Aleluya!
Ya hemos comenzado la tercera semana de Pascua; la vida ordinaria continúa y aunque discurra por cañadas oscuras, no debemos dejarnos atemorizar por ellas. Antes bien, pongamos atento el oído al salmista: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan” (sal 22). Sí, escuchemos a Cristo verdaderamente presente en su Palabra y en la Eucaristía. Y acudamos al Papa, profeta de nuestro tiempo, que el domingo de la Divina Misericordia ha canonizado a dos papas conocidos de todos nosotros. Dos santos para iluminar nuestro peregrinar y sobre los que ha dicho en la homilía de la misa de canonización: “San Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado. (……) fue el Papa de la docilidad al Espíritu. Y san Juan Pablo II fue el Papa de la familia”. La homilía concluyó con estas palabras: “Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama”. A nosotras estas últimas palabras nos han hecho pensar en las llagas de Cristo que están hoy presentes en nuestra cotidianeidad y que a veces nos cuesta tanto aceptar y amar.
Finalmente, os contamos una florecilla del Señor: estamos disfrutando de un tiempo pascual radiante de luz solar. Este detalle nos hace presente, de una forma muy plástica, que Cristo es la Luz, nuestra Luz, y que está Vivo y Resucitado. Esta presencia de la Luz de Cristo, nos ha recordado una frase de Pablo Domínguez que ha compartido con nosotras una Hermana de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús: “¡CUÁNTA LUZ HAY EN LA CRUZ!”. No es ningún descubrimiento, pero puede ser una jaculatoria que nos ayude a ver esta Luz que está oculta en la cruz, pero es real.
Unidos en la oración, vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal
Cristo ha resucitado. Aleluya. Verdaderamente ha resucitado. Aleluya. Quédate para siempre conmigo Señor. Confio en ti mi amado Jesús, tu eres mi sostén. Tu vara y tu cayado me sostienen. Creo realmente en ti, en tu amor, y en tu infinita misericordia.
Y parafraseando al pie de foto que esta en la parte de arriba » Déjame gustar la alegría de los sencillos». Cuanta verdad hay en esta frase, El está con nosotros, nada mas falta.
Que la alegría de sabernos resucitados en Cristo brille siempre y sea luz para el mundo entero.
Estimados hermanos. Aviso que esta dirección va a ser dada de baja. Les dejo mi nuevo mail: arodcre@gmail.com. Gracias
Cristo ha resucitado. Aleluya. Verdaderamente ha resucitado. Aleluya. Quédate para siempre conmigo Señor. Confio en ti mi amado Jesús, tu eres mi sostén. Tu vara y tu cayado me sostienen. Creo realmente en ti, en tu amor, y en tu infinita misericordia.
Gracias por lo compartido 🙂
Y parafraseando al pie de foto que esta en la parte de arriba » Déjame gustar la alegría de los sencillos». Cuanta verdad hay en esta frase, El está con nosotros, nada mas falta.
Que la alegría de sabernos resucitados en Cristo brille siempre y sea luz para el mundo entero.
Gracias, Juan por esse deseo de la alegría de Cristo Resuscitado!