La paz del corazón
«Todos los días, al oscurecer, ella sale a encender su lámpara para alumbrar el camino solitario.
Es aquél un camino que nadie cruza nunca, perdido entre las sombras de la noche y a pleno sol perdido; el camino que no viene de ningún lado y a ningún lado va.
Briznas de hierba le brotaron entre las hendiduras de la piedra, y el bosque vecino le fue royendo las rodillas, lo fue atenazando con sus raices…
Sin embargo, ella sale siempre con la primera estrella a encender su lámpara, a alumbrar el camino solitario.
Nadie ha de venir por este camino, que es duro y es inútil; otros caminos hay que tienen sombra, otros se hicieron luego que acortan las distancias, otros lograron unir de un solo trazo las rutas más revueltas… Otros caminos hay por esos mundos, y nadie vendrá nunca por el suyo.
¿Por qué entonces la insistencia de ella en alumbrar a un caminante que no existe? ¿Por qué la obstinación puntual de cada anochecer?
Y, sobre todo, ¿por qué se sonríe cuando enciende la lampara?»
Dulce María Loynaz, Poemas sin nombre, Poema LXVIII
Ese camino es Jesús y para andar por el no necesitamos luz diferente a su Palabra. Señor, tu eres camino, tu eres esperanza, tu eres vida, tu eres amor. Enséñame a caminar por tu sendero e ilumina mi vida con la luz de tu Palabra.
¿ Acaso son aquellos los caminos inescrutables de Dios?…¿pueden ser quizás los caminos que conducen al silencio interior?…¿son entonces los caminos de la contemplación?…¿son los caminos que van a aquel lugar sagrado?…¿vamos por allí al monasterio?…¿nos dirigimos acaso a la morada de Dios en nuestro interior ?… ¡Ningún camino es vano cuando por él se llega a la verdad que es Dios en nuestra vida..¡¡es el camino de la salvación para la eternidad.¡.