La paz del corazón
La práctica del «recuerdo de Dios» ha sido y sigue siendo una de las más útiles para facilitar la rendición y anonadamiento del ego; “Cuando cerramos todas sus salidas con el recuerdo de Dios, el intelecto exige absolutamente de nosotros una obra que satisfaga su necesidad de actividad. Por lo tanto, deberemos darle solamente el Señor Jesús, como íntegra aplicación para su objetivo” (Filocalía, vol. I, Diádoco de Fótice, Definiciones)
La recordación, es decir, el hábito de tener la mente ocupada en pronunciar o invocar los nombres de Dios, debe prolongarse hasta llegar a ser casi incesante; “cuando andas, cuando comes, cuando bebes y cuando no haces nada”. Su fin es recoger los pensamientos dispersos en las preocupaciones terrenas para dirigir hacia Dios el espíritu concentrado y purificado. De esta manera, cuando la mente es privada de su alimento ordinario (los pensamientos erráticos) se vuelve sobre sí misma.
O dicho en otros términos, cuando el ego deja de apropiarse o de alimentarse de deseos y pensamientos, se debilita y acaba por fenecer de inanición; “Cuantas veces suceda que se multipliquen en nosotros los pensamientos, les arrojaremos nuestra invocación a nuestro Señor Jesucristo y los veremos de inmediato disueltos como humo en el aire, tal como la experiencia nos enseña; y entonces habiendo dejado solo al intelecto, empezaremos de nuevo con la atención continua y la invocación.
Y cada vez que pasemos por esta prueba, actuaremos así… manteniendo siempre la hesiquía (quietud) de nuestro intelecto, incluso respecto de los pensamientos que parecen ser buenos; teniendo cuidado de estar vacío de pensamientos, de modo que los ladrones no se escondan allí” (Filocalía, vol. I, Hesiquio, Discurso sobre la sobriedad).»
de pags. 329/330 en «Historia de los métodos de meditación no dual» de Javier Alvarado
Enlaces de hoy:
Efectivamente Juan Andres. Es algo al alcance de todos. Así que ahora que lo conocemos, nos tenemos que animar a practicarlo. Gracias.
Con “la loca de la casa” hemos topado, padre.
La oración de Jesús es un medio muy efectivo para, poco a poco, ir dejando menos lugar a las divagaciones estériles.
La experiencia de repetirla y repetirla me enseñó, en el momento que Él juzgo conveniente, su Presencia. También que podía echar mano de ella en cualquier momento o lugar.
Una cosa tan sencilla, apenas unas pocas palabras, pero muy curativas y santas. Tan sencilla que me costaba creer, aunque las repitiera porfiado, que “realmente” podían ser efectivas.
La mente al no poder estar inactiva, porque supondría la muerte, se alimenta de los pensamientos erráticos. Es necesario un cambio de alimento, para que pueda seguir con su actividad, pero de forma ordenada y justa y este alimento nuevo es la oración continua, un alimento capaz de devolverle toda su fortaleza y vitalidad. Cuando nos damos cuenta, vemos que nos hemos vuelto esclavos de esos pensamientos erráticos y sobre todo nos hemos perdido tras ellos. Creo que darle a la mente, un alimento como es la oración de Jesus, es la mejor manera de destruir esos pensamientos que nos impiden la paz, la Hesiquia. Me parece estupendo poder realizarlo mediante este enfoque, pues los pensamientos erráticos no tienen ningún limite y al final acaban quitándonos no solo la paz sino la libertad.