La paz del corazón
¿Cuál es para usted la clave de la vida espiritual?
Encontrar a Dios en la propia vida y vivir en Su presencia.
¿A qué ese refiere con encontrar a Dios?
A que no sea para nosotros un mero concepto o una imagen sino una muy clara sensación, como la que se tiene cuando no estamos solos en una habitación. A pesar de que no estamos mirando a esa persona con la que compartimos el mismo espacio sabemos que está. Uno se sabe acompañado, es algo que se intuye primero y que luego se percibe. Vivir en la presencia es atender continuamente a esta misma percepción.
¿Cómo saber que no es mera imaginación de uno o simple autosugestión?
Por la dulzura que se vive en el corazón. Es algo que irradia sin esfuerzo hacia los que te rodean o toman contacto contigo. Aparece una afabilidad no impostada, una alegría suave sin objeto que la justifique; un descanso de las preocupaciones aún cuando te ocupes de lo necesario. Eso no se produce sin la efectiva presencia de la gracia o del espíritu actuando. Lo impostado o la autosugestión no se sostienen, implican esfuerzo en el mal sentido del término y eso no tiene continuidad.
¿Cómo hacer para no olvidarse de esa presencia?
Negándose a vivir una vida desacralizada, carente de sentido; donde navegas entre apetencias variables sin rumbo fijo, a expensas de apetitos innumerables. Esta rebelión interior contra el automatismo cotidiano es importante. Entonces, cada vez que te sientes ausente de lo sagrado lo empiezas a buscar. Le sigues el rastro en el modo en que haces las cosas, en la mirada que lanzas hacia tu alrededor… imploras que el misterio de Cristo se haga presente y te devuelva el gozo de vivir. Una vez que has sido «tocado» por la divina presencia te queda una nostalgia y eso te lleva a buscarla el resto de tu vida.
La nostalgia de lo perdido no asegura su retorno…
Es cierto. Porque el retorno al hogar interior es ahora mismo, no en el futuro. Y esto se asegura cuando clavas el ancla bien profundo en la oración. La oración constante e ininterrumpida o el acendrado anhelo de ella, nos mantienen firmes en la atención. Esa atención es vigilancia alerta y despierta sin forzamiento ni cansancio. Es claridad de intención. Vivir tendidos a Dios en el corazón bien plantados en la tierra del cotidiano. Eso es el… «Venga a nosotros Tu reino». La causa justa de la especie humana es hacer «bajar» a Dios a fuerza de oración. Es clamor y petición pero también entrega silenciosa a un designio inabarcable.
Continúa…
Enlaces de hoy:
En el monasterio: vivir en solitario
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amén
Que así sea!