La paz del corazón
Entonces, la repetición de la oración de Jesús requiere un corazón cálido apartado de la noción de superioridad y una cierta atención a la presencia en todo lo que ocurre…
Sí, exacto. En el momento en que me afirmo a mí mismo me separo de los demás y del resto de la creación. Vengo a convertirme en centro y esto endurece el corazón y refuerza la cerrazón de los sentidos espirituales.
Situados en lo auténtico, en la verdad sobre nosotros mismos, empezamos a advertir otro significado en lo que ocurre que habitualmente nos pasa desapercibido. Es una especie de lenguaje que se escribe a través de las cosas que pasan. Cada momento es un escenario dibujado por Dios como oportunidad nueva de encontrarle. De tal modo situado, respondes a las distintas situaciones como te parece que a Dios le agradaría.
Pero Dios está más allá de agrados y desagrados…
En un sentido abstracto y conceptual tienes razón. Sin embargo, en tu fuero íntimo, se manifiesta con claridad en cada momento lo que te parece correcto o incorrecto. Un instante de silencio nos permite darnos cuenta. Por eso es necesario tener el fuego encendido en el corazón, nos da una mayor profundidad en el obrar. Sin esta pequeña cota de humildad, el relato mental nos presenta otra escenografía. Todo se reduce a causas y efectos materiales y lo sagrado brilla por su ausencia.
Hemos de convencernos que sin el sentimiento espiritual la vida padece una carencia que la vuelve deforme y absurda. Por más afanes, proyectos, riquezas y patrañas que nos digamos, no le vamos a encontrar sentido. No puede tener sentido lo que termina con la muerte.
Yo creo en la vida más allá de la muerte y en la resurrección, pero eso no me produce un cambio importante en mi día a día…
Por que es una creencia, bien lo dices. La fe implica cierta experiencia, eso la encarna y de allí que la vida de los que tienen fe profunda se vea transformada. Esta experiencia de la trascendencia, es decir de la inmortalidad del espíritu humano en Dios, es la venida del Espíritu Santo. Y esto nos muestra que el hijo de Dios que somos, está llamado a la inmortalidad.
No entiendo la insistencia con el tema de la muerte.
Es que hasta que no asumimos que vamos a morir, no nos quedamos en la humildad. La raíz de toda humildad es la conciencia de la finitud. Esto sitúa a los hechos y situaciones de la vida en una perspectiva inquietante. Nos lleva a buscar el sentido y en esa búsqueda nos volvemos hacia Dios. La muerte nos hace sentir huérfanos y desamparados y en ese momento giramos el rostro desde las cosas del mundo hacia las cosas eternas.
Por eso los fracasos, el sufrimiento y las desazones nos enseñan tanto, son como pequeñas muertes que nos van despertando. Te compras algo bonito que luego se arruina; aquel aparente gran amor dejó de serlo; el acariciado sueño se alcanzó y sin embargo algo te sigue faltando… en algún punto uno dice ¿de qué va la vida? Y en ese momento la gracia nos toca, nos abre a una profundidad necesaria.
Entonces en concreto… oremos con la mayor frecuencia posible, aún en medio de las tareas y estemos atentos a dos cosas: Que no se nos enfríe o endurezca el corazón y actuemos en todo lo que hagamos, como nos parece que a Dios agradaría.
Continúa…
elsantonombre.org
La imagen es de uno de los altares en la Basílica de la Inmaculada Concepción en Washintong DC. ¡Gracias China por la foto!
Enlace enviado al blog que nos llega muy recomendado:
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Realmente es un gozo ver que es posible que arraigue en nosotros la oración de Jesus, y que no es un sueño. como tampoco es un sueño ver la voluntad de Dios en todo. El sueño se realiza cuando nos ponemos manos a la obra dejando que nuestro corazón se descongele. Es verdad que lo hemos tenido que congelar muchas veces debido a nuestra mediocridad o a nuestra necesidad, pero ahora ya no es necesario y eso es lo importante, que ya no es necesario estar llenos de prevenciones o de defensas que impiden que nuestro corazón sea habitable por nosotros y por el huésped del alma, el Espíritu Santo. Nuestro ego va a reclamar continuamente su lugar y siempre nos echará en cara que estamos cometiendo un grave error y una injusticia, pero finalmente los acontecimientos nos invitan a aprender y entonces esos acontecimientos, pueden ser los que nos permitan poner a nuestro ego en cuarentena y tenerlo bien dispuesto o sencillamente congelarlo a él, para no entrar en conflicto con el que viene a nosotros a través de esos acontecimientos, y lo podamos acoger como bendición y con alegría. Diría que si antes hemos tenido que congelar el corazón para poder salir airosos, ahora lo que tenemos que congelar es el ego para poder vivir la nueva vida de Dios en nosotros. Por tanto ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! aprender de los acontecimientos y no entrar en conflicto con ellos. Esto es el comienzo de un modo de vida nuevo el modo de vida del que nos habla Jesus en el Evangelio y que consiste en sabernos amados inmensamente por Dios. Si podemos entrar en ese amor de Dios por nosotros, veremos que todo nos hablará de ese amor, descongelaremos nuestro corazón y podremos orar plenamente. Nuestra vida será un banquete y nuestra carne comestible. Sencillamente nuestro sueño se hace realidad. El sueño de Dios sobre nosotros y sobre el mundo es un sueño alcanzable. Bendito sea su Santo Nombre.
Que bueno comentario Padre José! Me ha gustado mucho. Solo matizaría, ahora que lo releo, que tal vez poner el ego al servicio de las mejores causas, y tenerlo muy moderado en tamaño fuera mejor que la analogía de congelarlo… pero claro usaste el término ha raíz del vídeo.
Un fuerte abrazo y gracias por tu apoyo constante a todos. Cristo te cuide.