La paz del corazón
Vivo en un estado de permanente insatisfacción, nunca estoy satisfecho. No tengo una vida mala, incluso mejor que la mayoría, pero no me siento bien en general. ¿A qué se debe esto?
Probablemente a un vivir ubicado desde lo mental, tan simple como eso. La mente tiene la función innata de servir a la supervivencia del cuerpo, por lo tanto sus automatismos siempre están buscando lo que falta, la carencia o el objeto al que puede aferrarse para conseguir seguridad y sensación de bienestar. La mente es como un supervisor en un supermercado que se dedica a ver que mercadería falta de los escaparates o cuáles están próximos a estar en falta. Por supuesto, si hace bien su función, estará siempre señalando el peligro de que esto o aquello se termine o de aquello que los clientes reclaman etc.
No podemos quejarnos de la función bien cumplida. Por ejemplo, cuando hace muchas horas que no comemos, el estómago genera la sensación de hambre, esa pequeña náusea que bien identificamos y que nos manda hacia la nevera con cierto apremio. La mente es igual, cuando necesita aprobación o propósito o claridad, nos da indicaciones en la forma de inquietudes varias, ansiedad o temor. Pero, como nosotros identificamos a los pensamientos como nuestra propia voz, nos preocupamos.
¿Tú te preocupas cuando tienes hambre? No, más bien te compras algo para comer o te pones a cocinar. Lo resuelves y listo, es el caso de la mayoría de los lectores que no sufren carencias materiales extremas. Pero con las carencias mentales ocurre una identificación de tal magnitud, que no tratamos a la sensación del mismo modo práctico, sino que nos complicamos en mil y una vueltas del pensamiento como si se tratara de algo muy íntimo y particular.
La mente es un instrumento, una herramienta que ha de ser puesta al servicio de la voluntad divina, ni más ni menos. Imagina que tu tienes una escoba o una pala para cavar y en lugar de usarlas como corresponde, te pones a ver las manchas que tiene el mango de madera o las pequeñas imperfecciones del metal y sus mínimas huellas debidas al uso… pues con la escoba barres y con la pala cavas y listo. Hemos de darnos cuenta de que cuerpo y mente son elementos de la persona al servicio del espíritu. Espíritu insuflado por Dios en nosotros al ser creados y que es lo que esencialmente somos.
Al reconocernos hijos, ponemos atención en el uso que daremos a las herramientas de que disponemos para servir a Dios. No hay felicidad posible si confundimos al instrumento con el intérprete. Ser lo que somos realmente nos pone en línea con la voluntad de Dios según fuimos concebidos. Esto implica mirar de frente nuestra vocación vital y asumir que los talentos o capacidades que recibimos son para consumar dicho llamado. Cualquier otra ubicación interior o uso de nuestras facultades, desvía aquello original que viene a ser lo que nos da sentido.
¿Pero como vivo satisfecho en lo práctico de cada día?
Vivir ejerciendo la vocación propia y que reconocemos como verdadera, aplicando nuestros particulares talentos al desarrollo de ese llamado, es fundamental. Es decir, hacer en todo momento lo que nos parece correcto, cumpliendo lo que consideramos nuestro deber, poniendo todo el potencial que tenemos a eso que nos reclama cada situación. Hecho eso, descansar en la providencia es la actitud coherente. A nosotros nos toca la acción impecable a Dios los resultados de la misma. Si esto se hace vivencia y no mero concepto, se vive en una tranquila satisfacción.
Homilía del domingo 26 de Junio del Padre José Antonio – Audio y texto
«Piedad» – Cuento basado en hechos reales
La paz del corazón «de la teoría a la práctica«
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Hola. Creo que tal vez podríamos hacer algo así en Valencia cuando vengas. Otra cosa es la asistencia que pueda haber. Un abrazo en Cristo
Ahí vemos José Antonio, a ver si se da la posibilidad. Un abrazo fraterno en el Santo Nombre.
Muy buen texto, gracias. Si me permite un par de comentarios.
La auto-realización en el desarrollo del talento o vocación que poseemos, para vivir una “tranquila satisfacción”. Con el debido cuidado de no perder de vista que somos en esencia “Espíritu de Dios”, y no el talento, vocación o Resultados logrados.
La gran mayoría de las veces nos identificamos con nuestro hacer y no con nuestra esencia divina. Si así ocurre, nos perdemos en el mundo. La “realización” del talento está bien, sin embargo, la plenitud reside en el “auto”. Primero reconocernos a nosotros mismos (auto) criaturas divinas, y desde ahí saltar al hacer (realización). Algunos, quizás los Santos, se contentan con solo descubrir la divinidad en nosotros, abandonan el mundo y se dedican a la alabanza del Señor.
Auto-realización, ya de viejo, estoy más dedicado al “auto”, de joven, algo inconsciente, me dediqué con furia a la realización. La vida se encarga de pulirnos, el plan divino es Perfecto, nos vamos de a poco, encajando para nuestro segundo nacimiento, que le llaman equivocadamente muerte.
Hola Martín,, muy buena matización haces en tu comentario. Hay distintos momentos en el camino espiritual y como dices distintos énfasis en aquello a lo que nos aplicamos. Te mando un abrazo, invocando a Cristo.